Hace tiempo vino a mí una amiga soltera para que le llevó varios añitos y me pregunto: “¿Estoy bien?” refiriéndose a su relación con un chico en inconverso. Cuando uno duda de algo es porque no está completamente seguro, y si hace esa pregunta es porque desea que alguien le ayude a tomar la decisión correcta. Aunque la mayoría de las veces, lo que quieren es que le apoyen, aunque esté mal.
Mi respuesta fue muy directa, le dije a la luz de la Palabra de Dios: No. Después hizo otra pregunta, buscando una salida para su situación, no recuerdo exactamente lo que dijo, pero lo que ella me quiso decir fue: ¿Y si no lo juzgamos de acuerdo con la Palabra estoy bien? a lo que le contesté: “Entonces no estás actuando en el espíritu, sino en la carne, porque quieres hacer tu voluntad, antes que la de Dios. Tratando de justificarse dijo: -Es que ya me dieron permiso mis padres y otras personas me dijeron que, si me siento bien, está bien. Casi nadie me ha dicho lo contrario. A esta platica le siguieron más justificaciones, justificaciones muy comunes, usadas por otras chicas, qué desesperadas por el amor o enamoradísimas buscan formalizar una relación con quién no deben. Frases como: “Es que es muy bueno” (bueno solo Dios), “es que me quiere mucho”, “dejó todo por mí” (ni tanto, porque continúen el mundo), “el señor tiene poder para transformarlo”, “me prometió venir a la Iglesia, sólo quiere más tiempo”, etcétera. Mi contestación entonces fue cortante: “Aunque todos te dijésemos que está bien y tú te sintieras muy bien, si sabes que Dios no quiere, es a Él a quien debes escuchar y obedecer.
Yo no dudo ni tantito de la buena intención de las chicas que desean llevar a sus novios a los pies de Cristo. Hemos sido llamados para anunciar su Palabra y reconciliar al mundo con Dios. Ni siquiera dudó del trabajo del Espíritu Santo para redargüirlos. Es más, ni de que ellos mismos puedan tener un encuentro personal con Cristo y arrepentirse de sus pecados y de esa manera ser transformados por el poder de Dios, pero, hay un pero que marca toda la diferencia y ese tiene que ver con el orden establecido por Dios. Tú primero debes hablarle de Cristo, y dejar que Dios obre en él salvación. No debes formalizar una relación con alguien que todavía no le ha dicho que si a Dios, pero un sí verdadero, fruto de labios acompañados por obras que demuestren la veracidad del impacto de Dios en su vida. Al cambiar el orden, nos brincamos las reglas de Dios cuando formalizamos una unión desigual, hacemos compromisos y pactos, al mezclarnos con quienes ya sabemos que Dios no quiere, porque establecemos lazos con el enemigo, le abrimos una puerta muy grande en nuestra vida. Para las mujeres, es casi darles el control de nuestra vida, por qué digo esto, bueno recientemente en una boda escuché al ministro invitar a la mujer a comprometerse con su marido con este pasaje bíblico: “No me ruegues que te deje, y me aparte de ti; porque a dondequiera que tú fueres, iré yo, y dondequiera que vivieres, viviré. Tu pueblo será mi pueblo, y tu Dios mi Dios” Rut 1:16, pasaje que no lo dijo una mujer a un hombre, si una nuera a su suegra, pero que se utiliza para los votos conyugales, y a veces sin darnos cuenta hasta con los amigos, aunque no se los décimos, se los cumplimos. En otras palabras, ya nada de lo mío importa, lo tuyo será lo mío, haré lo que tú digas, ¡qué amor! se oye tan bonito, pero muy comprometedor.
El noviazgo debe ser la antesala del matrimonio y este último un pacto inquebrantable (Mateo 19:6) por eso estas palabras no solo debes decírselas a un buen hombre, que tenga en su corazón, en su mente y en todo su ser al Dios verdadero. Porque si te casas con una persona que no tiene a Cristo como el centro de su vida, un día harás lo que no quieres hacer, por tu compromiso con tu marido. Y ahorita puedes decir: “Yo no, nunca complaceré a los hombres antes que a mi Dios”, tú no sabes cómo trabaja el enemigo, ni de quien se vale para hacernos caer, casi siempre lo hace de los que más queremos. Algunas mujeres ya adentro del matrimonio se sienten acorraladas y hacen lo que el marido quiere, aunque esto vaya en contra de la Palabra para evitar discusiones y según ellas por obligación. Obligación que adquirieron cuando se casaron, escudándose en la Palabra cuando ellas mismas se la saltaron cuando dijeron: “Debo sujetarme a mi marido”. Déjame decirte hermana que ya estás dentro del problema, qué hay otra cosa en la que debes pensar antes de hacer cosas desagradables ante Dios porque te las pide tu marido: “Debemos obedecer a Dios primero antes que a los hombres”, nadie puede obligarte a hacer algo que tu no quieras, porque si lo hace, entonces eres su esclava y no su esposa.
Algunas novias enamoradas dicen: “Mi novio puede cambiar, con el tiempo cambiará” y puede ser, pero la mayoría de los testimonios que he escuchado de matrimonios en yugo desigual, hablan de sufrimiento, mujeres que viven sirviendo un hombre carnal, y todo por una mala decisión: mi novio, sí y Dios, no. A eso se le llama desobediencia, pero también es rebelión. Es ir contra de Dios, recuerda que el pueblo de Israel vago 40 años en el desierto por rebelarse contra Dios y la mayoría del pueblo no entró en la tierra prometida, ¿quieres eso para tu vida?
Lazos, compromisos y pactos con quienes no tienen a Dios trae graves consecuencias. La Biblia nos habla al respecto, Dios no cambia de manera de pensar cómo cambia la moda o la tecnología, Él sigue siendo igual, sigue pensando de la misma forma, y aunque no necesitamos saber el por qué Dios no quieres alianzas con personas que profesan otra fe, es evidente porque sabe que tarde o temprano te incitarán a hacer cosas que no quiere que hagas y te alejarán de Él.
¿Para qué iniciar un noviazgo que no tiene un futuro en el Señor? Si lo haces, es simplemente porque estás pensando en ti y no en Dios, porque estás dudando de Su perfecta voluntad para tu vida y como no crees que Él pueda darte una pareja, te consigues una “a tu gusto”, aunque a Dios no le parezca. ¿Vale tanto un hombre o una mujer para desobedecer a Dios y arriesgar tu eternidad? Las personas cambian, las personas te dejan, las relaciones terminan, aunque no quieran, pero Dios no, Él permanece fiel para siempre, es su naturaleza y su amor es eterno.
Si tienes un noviazgo con un no creyente, no dejes que continúe la relación, te vas a encariñar con esa persona y será más difícil dejarla. Acepta que te equivocaste de novio. Por otro lado, el continuar con ese noviazgo es cerrarle la puerta al hombre que Dios tiene para ti. Te reto confiar en Dios y a decirle sí a Él y no al que te ofrece amor pero que no quiere a Dios en sus vidas. La Palabra te dice: Espera en Dios y Él hará, no te desesperes, el tiempo de Dios es perfecto. Mientras tanto, disfruta tu soltería.