Algo que nos atribuyen a las mujeres es que no olvidamos, por eso nos es difícil perdonar.
Decía un antiguo Pastor mío cuando daba consejería matrimonial, que los seres humanos no somos ángeles, refiriéndose a que no somos santos ni perfectos, como para no cometer errores, aunque hay evidencia bíblica de que ellos también se equivocan, pues se rebelaron contra Dios, pero ese es otro tema. Lo que hoy nos consume es el hecho de que no solo a las mujeres, sino que todos batallamos para olvidar lo que otros nos hacen.
El perdón se da cuando hay arrepentimiento, eses el motivo principal, aunque claro ésta, está el amor y la misericordia. Arrepentimiento es un reconsiderar de lo que hiciste, es que te pese tu conducta de tal manera que no quieras volver a hacerlo. Pero, la gente nos ofende de palabra, de hecho y hasta de omisión, y no siempre se da cuenta. Esto ocasiona muchas malas relaciones, aunque no haya habido malas intenciones. Sobre todo en las mujeres, porque somos muy emotivas, dicen que pensamos con el corazón y no con la cabeza. Los hombres en cambio son muy prácticos, a veces tanto, que dan la apariencia de que se burlan de nosotras que lloramos por todo, o hacemos "un pancho por nada" como ellos dicen. Cómo quisiéramos que fueran un poquito más sensibles y no nos vieran como exageradas, chifladas o cursis, pues nuestros berrinches tienen una razón, y es el meollo del asunto, queremos que ellos se preocupen por lo que sentimos, que sean un poco más considerados, que midan sus palabras y sus tratos, pero algo que debemos considerar cuando juzgamos a nuestra pareja es que simplemente pensamos y vemos las cosas de diferente manera por nuestro género.
Nosotras no podemos cambiar a nuestro marido, solo Dios puede hacerlo, y para eso necesita de su consentimiento. Tú puedes cambiar si estás dispuesta, obviamente será difícil cambiar por nuestra naturaleza, pero no estás sola, Dios te ayudará.
Debemos aprender a vivir de acuerdo a la Palabra de Dios, cuando nos alimentamos de ella, no un poquito, sino hasta llenarnos, está actúa en nosotras de una manera excepcional; rompe nuestros pensamientos y transforma nuestras emociones, nos vuelve más tolerantes, pacientes y bondadosas, aunque no haya una disculpa de por medio. Podemos ver a las otras personas, sobre todo a nuestros maridos, como gente que al igual que nosotras lucha con sus debilidades para mantener una buena relación con nosotras.
No debemos guardar ofensas, ni mucho menos traerlas a la luz cuando surjan los problemas, no es sano, tenerlas guardadas, se convierten en amarguras y endurece el corazón, y eso provoca distanciamientos y hasta destruye relaciones. A parte el comportamiento de mártir es nocivo para tu salud y para los que te rodean, comienza a vivir en victoria, rompiendo los lazos del enemigo. Lo que paso ayer, ya pasó y debe quedar atrás, no debe dejar heridas sino fortaleza, para enfrentar los problemas que vendrán, porque de esos está llena la vida.
El Señor quiere sanar tus heridas y borrar de tu memoria el pasado, quiere que seas una nueva criatura, capaz de perdonar y amar aún a tus enemigos, mucho más a tu marido. Así empieza hoy, olvida las ofensas pasadas y sé libre de la carga que esas te ocasionan.