La mayoría de las personas siguen a Jesús para obtener sus bendiciones o porque ya han sido bendecidos; pero hay unas cuantas que se le acercan, para desvirtuarlo. Pretenden desacreditar su vida, sus acciones y sus palabras. Se han levantado unos que se atreven a decir barbaridad y media sobre la vida de Jesús; navegan con cachucha de inteligentes, sabios, científicos, ateos y hasta religiosos, pero solo pueden ser guiados por el diablo porque son utilizados para desviar a muchos del Camino de Dios.
Esto no es de ahora, pues siempre ha existido gente que ataca a Jesús. En el evangelio de San Lucas, capitulo 20, encontramos a unos religiosos de Jerusalén, que un día se le acercaron, mientras enseñaba en el templo, y lo cuestionaron con el propósito de hacerlo quedar mal, para que la gente dejara de seguirlo. Sus preguntas fueron: ¿Con qué autoridad haces estas cosas? ¿Y quién te dio esta autoridad?
Estaban asombrados y también asustados de la obra de Jesús. Definitivamente Jesús era bueno, mejor que ellos, pero no querían perder a sus seguidores. Donde Jesús se presentaba sucedían cosas insólitas; predicaba y ocurrían milagros. Su voz y Su presencia debieron haber sido cautivantes, que las multitudes callaban para escucharlo, pero lo más impresionante eran y sigue siendo: Su poder y autoridad. Con tan solo pronunciar la palabra, estaba hecho. Podemos leer en los Evangelios, como ante Él se sometía la naturaleza, las enfermedades y aun los demonios. Su poder era divino, era Hijo de Dios (Lucas 3:22, Juan 5: 19-30).
Los religiosos sabían las respuestas a sus preguntas. Jesús mismo, les había dicho cuando lo acusaron de sacar un demonio por Belcebú (Lucas 11: 15-23), que provenían de Dios Su poder y Su autoridad. Jesús estaba lleno del Espíritu Santo, por Él era guiado y obraba los milagros (Juan 4:1). Y también sabía que no querían una respuesta, sino atraparlo. Ellos querían sorprenderle en alguna blasfemia: Si decía que, de Dios, lo acusaban, y si decía que actuaba en su propia autoridad, sería considerado como uno más del montón y los fariseos, como lideres del pueblo, serían los que tendrían la última palabra.
Jesús respondió sabiamente con otra pregunta sobre el bautismo de Juan: ¿de dónde era? ¿Del cielo, o de los hombres? Ellos discutieron entre sí. Si decían del cielo, les diría: ¿Por qué, pues, no le creísteis? Y si decían, de los hombres, el pueblo se les vendría encima; porque Juan era considerado profeta. Y tuvieron que contestar: No sabemos. Entonces Jesús, también les dijo: Tampoco yo les digo con qué autoridad hago estas cosas.
Jesús con sabiduría los confrontó, proponiéndoles un dilema: Los judíos cuestionaban Su autoridad y los llevó al ministerio de Juan el Bautista. ¿Por qué? Porque ellos sabían que Juan había dicho la verdad, y sin embargo lo rechazaron. Para demostrarles que no querían obedecer a Dios, pues ellos se negaban a reconocer que Dios les estaba hablando a través de Juan y de Jesús.
Dios no revelará a la vida de un hombre más de Su verdad, hasta que no entienda lo que ya le ha sido dado. Porque mientras no este dispuesto a aceptar la verdad de Dios, no importa cuantas explicaciones le des, o como se las des, no hará caso, porque ha cerrado su corazón y su mente, y no le interesa conocer la verdad, sino su verdad, según lo que él quiere y piensa.
Siempre habrá gente que cuestionará quien es Jesús, que dude de Su santidad, de Su procedencia, de Su poder. Si era un simple hombre, o Dios mismo. Pero no importa lo que digan, ni los libros que escriban, ni las películas que hagan, ni cuanta tierra le echen encima para ensuciarlo, no prosperaran porque es mentira. Ya han pasado mas de 2000 años y Jesús sigue conquistando al mundo con la verdad de Dios, porque es el mismo, ayer, y hoy, y por los siglos (Hebreos 13:8), y es el único camino, y la verdad y la vida (Juan 14:6).
Debatir las verdades de Dios, le hace sentir a algunas personas que son inteligentes. Sacan sus propias deducciones, teorías, inventando cosas para acomodar sus “verdades” y hasta juzgan los actos de Dios, usando vana palabreria. Eso no es sabiduría sino necedad. No te dejes engañar, lo que pretenden obtener es poder, prestigio, dinero o simplemente, hacerte dudar para que pierdas la fe. Además, es gente que quiere seguir pecando a sus anchas, y la mejor manera de hacerlo es cuestionando la santidad del Hijo de Dios. Así que, afirma tu corazón, no escuches al enemigo, ni te distraigas con mentiras, la verdad, está en: Cristo. La incredulidad y la duda, nos llevan a cuestionar todo, pero la verdad te hace libre está en Dios. Búscala, está escrita en la Biblia. ¡Dios no miente!