Definitivamente, a todos nos hubiera gustado vivir en el paraíso y tener todo a la mano, sin esfuerzo alguno. En nuestros tiempos, ser hijos de millonarios, sacarnos la lotería o simplemente vivir de nuestras rentas. Pues para muchos, el trabajo sigue siendo una maldición.
El trabajo, fue el castigo del hombre por no atender las órdenes de Dios. La maldición: Con el sudor de tu rostro comerás el pan hasta que te mueras (Génesis 3:19). Cuando Lamec tuvo a Noé, cuyo nombre significa descanso y consuelo; le puso así, porque dijo que su hijo lo aliviaría de sus obras y del trabajo de sus manos, a causa de la
tierra que Jehová maldijo (Génesis 5:29).
Trabajar, requiere tiempo y esfuerzo. Algunos trabajos necesitan de toda nuestra fuerza, mucho seso, gran responsabilidad, o de todo el conjunto. Esto causa tensión y agotamiento físico, por lo que a veces pedimos a gritos, ya no unas horas, sino unos días de descanso. Pero no podemos huir del trabajo, todos debemos trabajar de alguna forma. Dice la Palabra en 2 Tesalonicenses 3:10, que el que no trabaja, que no coma, porque la flojera, produce malos hábitos y reduce la fuerza del hombre (Salmo 24:10).
El salmista (73) llegó a sentir envidia de la gente mala, que tenía todo sin trabajar, pero recapacitó, cuando vio el fin de aquellos que viven alejados de Dios haciendo el mal: muerte y destrucción. Y se dio cuenta, que, aunque su carne y su corazón desfallecieran, su roca y fortaleza era Dios.
Dios utiliza el trabajo, para quebrantarnos (Salmo 107:12), pero el quebrantamiento de Dios no tiene el propósito de destruirnos, sino de enderezarnos. Nuestro Dios, es un Dios de Amor y no quiere maldecirnos, sino bendecirnos; somos nosotros quienes, al pasar por alto Su Palabra, cosechamos cosas malas. Efectivamente, en la Biblia, encontramos una palabra de maldición en Génesis 3, pero el Señor nos envía una de bendición en el Salmo 128, cuando le honramos andando en Sus caminos, diciéndonos: cuando comieres el trabajo de tus manos, bienaventurado serás, y te irá bien; y a la mujer: que será como vid que lleva fruto a los lados de su casa; dice que así será bendecido el hombre que teme a Jehová.
Lo que en un tiempo fue maldito, ahora es bendito en Dios: tener trabajo y tener hijos; ambas cosas duelen, pero traen gran satisfacción a nuestra vida, por eso preferimos pagar el precio. El trabajo es una bendición, cuando buscamos a Dios y lo obedecemos. El trabajo dejará de ser una maldición en tu vida, cuando lo mires como el medio de provisión de Dios para ti y los tuyos. Y como un instrumento para disciplinar tu vida y formar buenos hábitos, como son la puntualidad, responsabilidad y diligencia, entre otros. Además, cuando trabajamos, podemos valorar las cosas que adquirimos con el fruto de la obra de nuestras manos, pues cuando algo no nos cuesta, no lo cuidamos. Si, trabajar requiere mucho de nosotros, pero también tiene su premio. Dice el Salmo 10:14, que Dios mira nuestro trabajo y nos recompensa. El bendice el trabajo de nuestras manos y nuestros bienes son aumentados (Job 1:10).
En la actualidad hay muchos que sufren de desempleo y con ellos toda su familia, porque no pueden proveer lo necesario para el vivir bien. Dale gracias a Dios por el trabajo que tienes, no importa si no es tan bueno como quisieras, o si es muy pesado; pídele a Dios gracia, sabiduría y fuerza para realizarlo eficientemente, acordándote de que todo lo puedes en Cristo, pues es Él quien nos fortalece (Fil. 4:13), y alcanzarás también la bendición de la que nos habla el Salmo 22: 29 ¿Has visto hombre solícito en su trabajo? Delante de los reyes estará; no estará delante de los de baja condición.
Todo trabajo es digno, si con el honramos a Dios. Convierte tu trabajo en una bendición, llevando tú, bendición con lo que haces. "Y todo lo que hagas, hazlo de corazón, como para el Señor y no para los hombres; sabiendo que del Señor recibirás la recompensa de la herencia, porque a Cristo el Señor sirves". Colosenses 3:23-24 Marisa Valle