Me gusta celebrar las cosas buenas. Pienso que hay acontecimientos que deben permanecer vivos en nuestra memoria y nunca dejar de agradecerle a Dios por ellos. Pero para que esos “eventos importantes” no se olviden o pasen inadvertidos, hay que conmemorarlos cada año en la iglesia, con la familia e incluir a los amigos.
Las bondades y misericordias de Dios son tantas que todos los días tenemos motivos para estar agradecidos con Dios, y unos cuantos son tan especiales, que vale la pena hacer algo especial, sin importar el tiempo, el gasto o el esfuerzo que esto requiera, porque hay que celebrarlo, sin olvidar que lo más importante no es la fiesta, sino el motivo de la fiesta. En una fiesta de bodas, son los novios; en una fiesta de cumpleaños, es festejado, y en Semana Santa y Navidad, es Jesucristo.
A Dios también le gustan las fiestas, así lo muestra en su Palabra. Él estableció fiestas para su pueblo e inclusive eran una invitación abierta para los extranjeros que habitaban entre ellos. Las llamadas “Santas Convocaciones” o “Fiestas de Jehová”, eran una especie de citas anuales con Dios que les ayudaban a mantener su comunión con Él. Con ofrendas, comida, música y danza para Dios, el pueblo se regocijaba y recordaban sus bondades. Eran 7 fiestas y algunas no duraban solo un día, sino varios. Entre las principales estaban: La Pascua, que era una comida familiar en forma, (Ex. 12: 1-14, Lev. 23: 4,5), la de Pentecostés, conocida también como la de la Cosecha o de las Semanas, donde todos traían los regalos de las primicias a Dios (Ex. 34:22, Lev. 23:15); y la de los Tabernáculos o cabañas, que era más o menos como un campamento actual, salían a las calles o fuera de casa y allí acampaban (Lev. 23:34-42, Nm. 29: 12, Neh. 8:18, Juan 7: 2,37).
Nosotros guardamos estas fiestas, pero sólo en un sentido figurado en Cristo Jesús, pues representan lo que Él hizo por nosotros, así como la provisión y protección de Dios para nuestras vidas. Lo festejamos con cultos especiales, de gratitud y ágapes, en donde compartimos la Cena del Señor en memoria de todo lo que hizo por salvarnos.
Me llama mucho la atención con qué facilidad el mundo se olvida de Dios y lo excluye de sus planes. En Semana Santa, los estudiantes tienen vacaciones, los que trabajan no deberían porque no son días oficiales, pero en muchas empresas los manejan como feriados ¿por qué? Porque la mayoría de nuestra población profesa la religión cristiana y estas fechas son consideradas por los creyentes como “días para guardar”, así que en el calendario aparecen marcadas como días de asueto de "carácter público". Creyentes y no creyentes gozan de unos días libres por la celebración de la Pascua, por el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo, pero no todos recuerdan ni mucho menos celebran lo que hizo Jesús, ellos prefieren organizar su fiesta de “La Coneja”, se van a la playa, de paseo o simplemente descansan en su casa.
Son dos semanas las que los estudiantes tienen de vacaciones escolares, la primera para festividades cristianas y la segunda para descansar. En esos días puedes hacer muchas cosas, sí usas bien tu tiempo, así que dale el primer lugar a Dios, del domingo de Ramos hasta el domingo de Resurrección, santifícalos, es decir, apartarlo para Dios, participa en las festividades en las que le rinden honor, si lo haces, te sentirás muy bien con Dios y serás bendecido. El tiempo es de Dios, si tu aprender a darle tiempo Él, serás recompensado, Mateo 6:33 TLA dice: “Lo más importante es que reconozcan a Dios como único rey, y que hagan lo que él les pide. Dios les dará a su tiempo todo lo que necesiten”. Así que es tiempo de celebrar lo que Jesús hizo por nosotros.