Algunos cuando escuchan la palabra “TRABAJO” se asustan. Parece ser que muchos quieren los beneficios que proporciona el trabajo, pero no quiere trabajar. ¿Cuántas veces dices “No quiero”, sobre todo si se trata de trabajo? Por las estadísticas de la propagación del Evangelio, podemos ver que muchos cristianos están diciéndole al Señor: “no quiero trabajar”, consciente o inconscientemente no quieren participar en el trabajo de su obra.
Con cuanta facilidad le decimos a Dios NO, pero obvio nuestra respuesta no es abiertamente: un “No”. Le decimos no sé (falta de talento), no puedo (falta de recursos), soy muy joven (falta de experiencia), estoy muy viejo (falta de fuerza), por qué yo, otro lo puede hacer mejor que yo (falta de disposición), más adelante (evasivas, falta de compromiso) o estoy saturado de trabajo (falta de tiempo y prioridad) y le podríamos seguir con la lista de lo que nos falta, porque no queremos ver lo que tenemos: Un Dios tan grande que nos provee de todo lo que nos falta, nos capacita, nos envía y va al frente de nosotros.
El verdadero problema no es lo que nos falta para hacer bien la tarea de Dios, es lo que nos sobra y tenemos que quitarnos de encima. Cuando menos estás tres cosas nos hacen decir NO AL TRABAJO DE DIOS:
1. APATÍA. No nos interesa lo que Dios quiere, ese trabajo no es para nosotros porque no nos identificamos con la obra de Dios.
2. DESÁNIMO. Algo no salió como esperamos la vez anterior y se nos acabaron las ganas de volverlo a intentar.
3. FLOJERA. Estamos tan cómodos como estamos y según nosotros no pasa nada si no lo hacemos, que mejor evitamos la fatiga.
La iglesia es muchas cosas: una casa grande donde reunirnos y cumplimos con Dios; es un hogar donde nos aman, un hospital donde se preocupan por sanarnos; es una escuela donde nos enseñan, pero además de eso también es un taller donde practicamos el amor de Dios adentro y afuera de sus paredes. Un verdadero cristiano debería ser amor en acción. Amor a Dios, amor al hermano y amor al perdido. La iglesia no es solo para llenar nuestras necesidades o un club para conocer gente y socializar, la iglesia es el cuerpo de Cristo. Cristo siempre trabaja, la iglesia tiene que trabajar, y nosotros somos parte de la iglesia, así que no podemos quedarnos sin hacer nada cuando otros mueren de hambre de la Palabra de Dios.
Ante una sociedad trastornada y llena de violencia, perdida entre los afanes y mentiras del enemigo, debemos hacer algo. No solo en la medida de nuestras posibilidades y talentos, sino en el poder que Dios nos ha dado. Hay tantas cosas que tenemos y podemos hacer, como orar, ayudar, testificar, visitar, enseñar, evangelizar, etc., con eso estamos trabajando con y por Dios en beneficio la humanidad. Nos es necesario hablar de Cristo, reflejar a Cristo, hacernos presente ante los necesitados, orar por ellos y darle la gloria a Dios en todo. Es tiempo de trabajar porque la noche se acerca (Juan 9:4).
Analiza tu vida y revisa que tan productivo eres para el Señor. El problema de no trabajar en la obra de Dios es: la escasez en tu vida porque tus manos están vacías sin ofrenda que presentarle a Dios y no creces, te estancas. No tienes que trabajar tu solo, puedes hacerlo con y en tu iglesia, únete a sus esfuerzos para hacer y llevar a cabo actividades que edifiquen y evangelicen, porque si no lo hacemos, no se añadirán los que deben ser salvos.
En el mundo hay mucha gente que se pierden, porque no hacemos nada, porque ignoramos los problemas que se viven y no cumplimos con el mandato de Dios, haz algo antes que tengas que lamentarte de no haberlo hecho porque preferiste el descanso o el entretenimiento a esforzarte por servir a Dios. Del fruto de tu trabajo en la obra de Dios muchos podrían gozar de la vida eterna que les ofrece Dios y los primeros en ser bendecidos son tus más cercanos: familia, amigos, vecinos y compañeros, que son con los que tienes más contacto. Luego será un efecto domino, ellos serán bendecidos y bendecirán a otros.