Los hombres malvados no entienden de justicia, más los que buscan al Señor lo entienden todo.
Proverbios 28:5 (Biblia de las Américas)
La justicia es más que un conjunto de reglas establecidas, que autorizan o prohíben. Es más que el sentimiento de rectitud que gobierna nuestra conducta y nos hace respetar los derechos de los demás. Es más que condenar. Es dar y hacer lo justo. Y como no hay justo ni uno (Romanos 3:10), sino solo Dios, es Él quien debe impartirla y a quien debemos recurrir cuando la necesitamos.
El mundo juzga con sus propias leyes, pero como se apresura a condenar se equivoca. Hay cantidad de historias sobre personas condenadas a prisión o a la misma muerte sin ser culpables. Inocentes, porque después de años se encuentran las evidencias. Vidas perdidas por una justicia injusta, con una condena irreversible, porque el tiempo no se recupera.
Juzgar mal, puede perjudicar la vida de las personas, por eso no debemos apresurarnos a dar un juicio sobre algo que vemos o hemos escuchado, porque las apariencias engañan.
El hombre ha establecido jueces para que dicten justicia. El avance del mal en nuestro mundo nos ha llevado a buscar un alto para los que buscan lo suyo y pasan por encima de la gente inocente. Aún en nuestra casa, trabajo y escuelas, nos vemos en la necesidad de hacer juicios para imponer el bien. Pero necesitamos reconocer que los humanos no tenemos el discernimiento necesario para ser justos en todos los casos.
Usamos nuestro razonamiento y a veces torcemos las cosas para que se ajusten a nuestra interpretación, en lugar de buscar el discernimiento del Espíritu Santo.
Dios que sabe todo y nos ayuda en todo, nos da instrucciones en Su Palabra (Deuteronomio 17: 1-13) para atender los casos que se nos presenten, para no juzgar en nuestro criterio sino bajo la guía de Dios, y estas son las cosas que debemos hacer:
Escuchar la acusación de labios de la persona agredida.
Haber escuchado por otras fuentes de la existencia de tal problema. No se puede condenar por el testimonio de una sola persona, porque lo que diga será desde su punto de vista. Además, escuchar el testimonio de varias personas nos da mayor posibilidad de acercarnos a la verdad.
Hacer una investigación minuciosa del asunto. No es suficiente lo que la gente dice. El que juzga debe investigar y revisar detenidamente todos los detalles. Es precisamente en los pequeños detalles en los que descubrimos que no era como no lo habían contado.
En todos los casos debemos buscar la guía de Dios, a través de la oración y la Biblia. Pero en los casos difíciles, dice que debemos buscar al siervo de Dios (líderes espirituales) para que con las Escrituras nos den luz al asunto. Y dice que como ellos dijeran, debían hacer, porque el que ignora el consejo de Dios, merece morir. Acuérdense que nuestro corazón es engañoso más que todas las cosas, y perverso (Jeremías 17.9), y no debemos confiar en lo que nosotros creemos, sino en lo que Dios dice.
A Moisés fue a quien se le dieron estás instrucciones y él fue cauteloso a la hora de intervenir en situaciones de conflicto, pues los castigos impuestos en el AT eran muy severos, algunos ameritaban hasta la muerte, con el fin de quitar el mal de en medio de la población. Así que más que encontrar un culpable, se trataba de erradicar las malas acciones.
Si por alguna razón le toca intervenir en algún conflicto, analice detenidamente todos los aspectos de la situación para acercarse más a la verdad, sintonícese a través del Espíritu Santo con Dios, Él es quien aclarara cualquier asunto y le revelará las cosas que no entienda ¡sea justo en Dios! Y a la hora de dictar sentencia, tenga en cuenta que no hemos sido llamados a juzgar al mundo, sino a salvarlo, obre con misericordia y recuerde que con la vara que mida, será medido (Mateo 7:2).
Mayo 2011