Hace tiempo escuche un sermón acerca del Shemá, el gran mandamiento de Dios. El amor hacia él. El predicador decía cómo deseaba Dios que lo amaramos, según la Palabra de Dios: con todo nuestro ser: mente, fuerzas y corazón.
Dios es incomparable, único y muy preciso, nos habla claro, fuerte y directo para que entendamos. Quiere evitar confusiones. Habla de muchas maneras, pero la más directa es Su Palabra. Parafraseando el Salmo 19:7-11 dice que: La Biblia es la ley de Jehová, es perfecta, que convierte el alma; es un testimonio fiel, que hace sabio al sencillo. Contiene los mandamientos de Jehová que son rectos y que alegran el corazón. El precepto de Jehová es puro, que alumbra los ojos. Sus palabras son más deseables que el oro afinado; y dulces más que miel, que destila del panal. Dios nos amonesta a través de ella y guardarla trae grande galardón.
La Santas Escrituras son un manantial de conocimiento no solo de Dios sino de la vida misma. Para el cristiano la Biblia debería ocupar el primer lugar en su vida, porque es el alimento del alma y espíritu. No debemos cansarnos de leerla una y otra vez, porque en ella encontramos promesas y riqueza ilimitadas.
La razón principal por la cual la Palabra de Dios no sacude nuestras vidas es porque nos hemos limitado a pasar la vista por las líneas de Sagrado Libro, solo leemos, sin meditar y escudriñar a fondo su contenido, y sobre todo porque no la practicamos, no es nuestra norma de conducta. La Biblia no solo son historias y testimonios, son reglas y estatutos, es una invitación abierta a HACER lo que nos dice.
Dios hizo un pacto con el pueblo de Israel y le pidió que pusiera su Palabra en un lugar especial: En su corazón, y que la escribiera y repitiera, a toda hora y en todo lugar. Mientras Israel se apegaba a la Palabra de Dios, se mantenía fiel, pero cuando la hacía a un lado, se alejaba y pecaba. Lo mismo nos sucede a nosotros cuando nos olvidamos de sus mandatos: Amar a nuestro Dios y permanecer en su Palabra, caemos y perecemos.
Si queremos ser muy felices, debemos leer y escuchar la Palabra de Dios, pero también guardar las cosas en ella escritas (Apocalipsis 1:3), así que lo que tienes que hacer con tu Biblia es:
I. CRÉELA. Lo primero que debes hacer es creer que es la Palabra de Dios, sino no podrás considerar bueno lo que en ella está escrito. “Todo lo que está escrito en la Biblia es el mensaje de Dios, y es útil para enseñar a la gente, para ayudarla y corregirla, y para mostrarle cómo debe vivir”. 2 Timoteo 3:16 TLA
II. ÁMALA Atesórala en tu corazón. (Salmos 119:97). Que todo el día sea ella tu meditación. Dale el primer lugar en tu vida, porque es Dios hablándote. Invierte tiempo en ella, ponente un horario de lectura. Siempre terminamos cansados y sin tiempo y la hacemos a un lado. No dejes a Dios esperando, sacrifica cosas con tal de atender su Palabra.
III. APRÉNDETELA. Atesórala en tu mente. Muchos nos quejamos de que no podemos retener los versículos, pero podemos grabarnos la esencia si los leemos y entendemos. Si no captamos el significado de las palabras de Dios, difícilmente podremos retenerlos, así que para guardarla en nuestra mente necesitamos más que leerla, debemos estudiarla, escudriñarla, es decir no irnos de largo sino profundizar en ella.
IV. OBEDÉCELA. Una vez que comprendemos la Palabra y la atesoramos en nuestra mente y corazón, es como digerirla, ya la podemos practicar, es decir obedecer. No basta leer, ni memorizar, ni entender la Palabra, necesitamos hacer lo que ella nos dice, en todo. Esto resulta difícil cuando no amamos a Dios, cuando ponemos nuestras prioridades en otras cosas o personas. Pero cuando le damos el primer lugar a Dios, aunque nos sea difícil, podremos acatar sus ordenes y seguir sus preceptos.
V. ENSÉÑALA. No se necesita ser maestro, la Palabra dice repítelas a tus hijos, a tus nietos, a tus conocidos. Háblala, transmítela, muéstrale a los que te conocen que su Palabra es el remedio para todo. Sé de bendición para tus generaciones, enséñalos a enseñar a los suyos, a no retener solo para ellos la Palabra sino a sembrarla en todos los que puedan.
VI. COMPÁRTELA. Testifica. Dice la Palabra que las escriban, en sus frontales, en sus puertas… esto nos habla de manifestarlo abiertamente, no solo era que ellos aprendieran la Palabra y para su familia, sino también para todo aquel que pasara por su casa o llegara a ella. Me imagino que llegar a la casa de un israelita, era ver textos y textos adornando sus paredes, y ahora nosotros solo ponemos fotos nuestras y cuadros de paisajes, cuando podemos hacer hermosos cuadros con las Palabras de nuestro Dios. En nuestros tiempos, aunque la gente no nos visite o pase por la casa, con tanta tecnología es más fácil compartirla, podemos alcanzarlos a través de otros medios que nos facilitan la tarea, usémoslos. Ya sea hablando, escribiendo en las redes sociales o entregando un volante, invitación o revista, compartan la Palabra.
Hermanos la Biblia debe ser prioridad para nosotros, no dejemos de abrirla, leerla, meditar en ella, enseñarla y compartirla. Quizás has escuchado este mensaje muchas veces, pero no has cumplido con tu compromiso con Dios, así que hoy te invito a darle un lugar especial a este libro Sagrado, las Palabras del Pacto que Dios hizo con su pueblo, están vigentes para nosotros, y son las palabras que puedan salvar tu vida y la de este mundo.