México estuvo bajo el dominio español del año 1521 al 1821. Los españoles al mandó de Hernán Cortés conquistaron la antigua México-Tenochtitlán y fundaron la Nueva España, nombre que le dieron a nuestra tierra. El pueblo vivió gobernado y oprimido por representantes del rey de España durante 300 años, en la época del virreinato. Ese país extranjero les impuso un nuevo gobierno, dictaron sus leyes, cambiaron sus creencias, arte y cultura, pero también les quitaron su autonomía, los obligaron a pagar impuestos y a trabajar en sus obras. En ese tiempo, perdieron sus propiedades, porque los sacaban de sus tierras, para después reclamarlas legalmente como suyas y también les quitaron sus derechos, convirtiéndolos en criados, ya que la corona daba a un ciudadano español un cierto número de indígenas para que trabajaran para él. Se dice que la noche del 15 de septiembre de 1810 sonaron las campanas de la iglesia de Dolores, al escucharlas, el pueblo se despertó y corrió a la parroquia pensando que había una emergencia. La emergencia era dejar de vivir bajo la opresión, esas campanas eran un grito a la libertad. Hidalgo los invitó a unirse a la lucha contra sus opresores e inicio la guerra de la Independencia de nuestro País.

Para celebrar ese acontecimiento que le dio libertad a México, cada año a las 11 p.m. del 15 de septiembre, presidentes municipales, gobernadores y el Presidente de la República, así como los embajadores en el extranjero, portando la bandera, en un lugar público dirigen a la población a decir las siguientes frases: “¡Mexicanos!, ¡Vivan los héroes que nos dieron patria y libertad!, ¡Viva Hidalgo!, ¡Viva Morelos!, ¡Viva doña Josefa Ortiz de Domínguez!, ¡Viva Allende!, ¡Vivan Aldama y Matamoros!, ¡Viva la independencia nacional!, ¡Viva México! ¡Viva México! ¡Viva México! Luego tocan la campana, ondean la bandera de México y cantan el Himno Nacional, y para concluir la ceremonia lanzan fuegos artificiales y tocan música folclórica.
Fuimos creados libres, Dios nos llenó de bendiciones, privilegios y nos dio autoridad, pero el diablo engañó y conquistó al hombre, lo hizo caer en pecado. Jesús vino a darnos libertad, a librarnos del pecado y del enemigo de nuestras almas, pero lamentablemente, algunos viven esclavizados y se sienten tan bien así, que no quieren la libertad que el Hijo de Dios les ofrece ¿por qué? Debe haber muchas razones, pero estas cuatro son las más comunes:
(1) Por ignorancia. No saben nada de Jesús, ni de su verdadera situación. Viven su vida como se les presenta, desconocen el evangelio, por lo tanto, no saben que Él puede cambiar su situación en la tierra y en el cielo. Creen que la vida que tienen, buena o mala, es la que les tocó vivir, así nacieron y así morirán, siendo esclavos de sus situaciones.
(2) Por comodidad. Sí reconocen a Jesús, pero no se consideran esclavos. Se amoldaron al mundo y sus corrientes. Ven el pecado tan normal y su estilo de vida tan cómodo, que disfrutan la vida, sin amar a Dios como se debe, porque ignoran sus leyes, no obedeciéndolo en todo. Creen estar bien así, entre Dios y el mundo, sin considerar que al ser amigos del mundo, se vuelven en enemigos de Dios (1 Juan 2:15-17, Santiago 4:1-10).
(3) Por temor a perder y sufrir. Saben que están mal, pero no quieren luchar, ni enfrentar a sus adversarios, porque no es cosa fácil, así que no hacen nada para cambiar. Prefieren vivir en sus prisiones antes que ir a la guerra, porque les preocupa el contraataque del enemigo (2 Timoteo 3:12), la reacción de la gente (Juan 12:43, 15:18), lo que pueden perder y las cosas que deben dejar (Marcos 10:17-30).
(4) Por incredulidad: No creen en Jesús y prefieren vivir el presente a su manera. Lo que les ofrece el mundo, digo mundo, pero debiera decir el enemigo, es más atractivo e importante para ellos que las cosas eternas que les promete Jesús. Son incrédulos, así que no les preocupa el futuro ni las consecuencias de sus acciones, creen que con la muerte se acaba todo, así que viven el momento, pero llegará el día que perderán todo y no habrá tiempo para rectificar (Juan 12:25, 48).
Sus razones son válidas para ellos, por eso permanecen pasivos ante su esclavitud, creen que son libres, pero en realidad no lo son, viven oprimidos o esclavos en su libertinaje. No hay razón para vivir así, Jesús dijo en Juan 8:36 TLA: “Les aseguro que cualquiera que peca es esclavo del pecado. Por eso, si yo, el Hijo de Dios, les perdono sus pecados, serán libres de verdad”. Ellos necesitan considerar el panorama completo de su situación. Vivir bajo el dominio del opresor, sujetos a su carne, no solo tiene consecuencias en esta vida sino en la eternidad. Vivir distantes de Dios, no solo les afecta a ellos sino a sus hijos y a todos sus descendientes.
México, es un país libre, pero necesita libertad espiritual. La gente vive creyendo que están bien, pero no es así, necesitan de hombres y mujeres que se levanten para guiarlos hacia su libertad, que los guíen a Jesús. Gente que les diga que están en grave peligro, que no deben tolerar el engaño del enemigo de nuestras almas, que todos necesitamos de Jesús para ser verdaderamente libres. Que les diga que no se conformen con vivir en pecado y que valoren las cosas que Dios tiene para nuestra nación. Necesitamos personas valientes que piensen en los que se pierden porque no conocen el camino de la salvación, que les digan que no están solos, que Cristo pelea por ellos, que murió en la cruz y venció para darnos libertad total.
Y aquellos que ya son libres, física y espiritualmente, celebremos y digamos juntos: ¡Que viva Dios por darnos a su Hijo amado!, ¡Que viva Cristo Jesús nuestro libertador!, ¡Gracias por pelear por nosotros!, ¡Gracias porque ya no somos esclavos del pecado!, ¡Gracias porque ya no estamos bajo la ley sino bajo la gracia!, ¡Gracias por darnos la victoria!, ¡Gracias por librarnos de la ira venidera!, ¡Gracias por librarnos de la condenación eterna!, ¡Gracias porque podemos proclamar libertad a los cautivos!, ¡Gracias porque somos verdaderamente libres!
Septiembre 2019