- ¿A quién le gusta la verdad? La mayoría contestaríamos que a todos. Pero qué hay de las verdades sobre nuestras actitudes, comportamientos y acciones... hay verdades que duelen, que molestan, que incomodan y que preferimos ocultarlas. - ¿A quién le gusta que le digan sus verdades? Si son bonitas, a todos; si no feas, no nos gustan a nadie.
Imagínate que alguien te dijera lo que piensa de ti cuando te enojas, ups; o que abiertamente te dijera las cosas que haces mal, si es verdad, sin importar quien lo dijera nos afectaría, y mucho más si los que hablaran fueran muy cercanos e importantes para nosotros.
* Que tu hijo te dijera que eres malo(a), que no le dedicas tiempo, que no te importan sus cosas, que no lo cuidas bien, que se siente menospreciado por ti, que le da miedo platicar contigo porque no te respeta sino te tiene terror.
* Si en tu trabajo te dijeran que no eres un buen empleado, porque faltas y llegas tarde, porque abusas de la confianza que te tienen, que lo que ganas realmente no te lo mereces.
* Si tus empleados te dijeran que no eres buen jefe, que eres prepotente, que exiges mucho y fuera de tiempo, que hablas golpeado, que te falta humildad, que eres un negrero, que solo piensas en ti y que se te olvida que las otras personas también tienen vida.
* Si tu amigo te dijera que pareces su enemigo, que no sabes escuchar, que solo quieres alguien con quien platicar o presumir lo que tienes, que nunca estás cuando se te necesita.
* Que como cristiano te dijeran que te falta corazón para amar por eso no predicas ni ayudas; que no participas en nada en la iglesia, porque no te gusta comprometerte con Dios ni con nadie; que le robas al Señor porque no diezmas; que ignoras los mandamientos de Dios, porque no te gusta obedecer, porque dejas de congregarte y no apartas el Día del Señor, etc.
En fin, cuantas cosas más podríamos agregarle a estas listas, que pudieran ser ciertas en nuestras vidas. La verdad sobre lo que hacemos mal, casi siempre incomoda y queremos evadirla, es raro el que la acepta rápidamente, tardamos en digerirla y procuramos justificarnos o negar de lo que se nos acusa. Una de las frases más conocidas de Jesucristo fue: “Y la verdad los hará libres”, obviamente la verdad de la que habla es la Palabra de Dios, pero la libertad a la que se refiere, es la del pecado. La Palabra nos enfrenta con nosotros al presentarnos la realidad en Dios.
Nuestras malas acciones, actitudes e irresponsabilidades son pecado, porque son desobediencia a la ley de Dios, cuyo fundamento es el amor. Amor a Dios, amor al prójimo y amor a ti mismo, porque tu cuerpo es el Templo del Espíritu de Dios, no un lugar para satisfacer los deseos de la carne. Podríamos decir que el amor de Dios es el ingrediente que nos ayudar a hacer el bien, a pensar en Él y en los otros, antes que en nosotros mismos y la Palabra de Dios es como un espejo, al leerla se ponen al descubierto nuestros horrores, pero tal evidencia no es para lastimarte y rechazarte, sino para que te des cuenta de tu error, rectifiques y obres diferente.
Libertad no es hacer lo que quieres, sino hacer lo correcto. Es decidir entre cosas contrarias, lo que Dios quiere que es lo bueno y lo que tu carne quieres hacer, que por lo general es lo malo. Porque ¿de qué te sirve saber qué cosas son las buenas y que cosas malas tienes sino haces nada al respecto? ¿si te conformas con seguir siendo igual?
Dios quiere que conozcas la verdad para que seas libre a través de Su Palabra. Todo lo que somos y lo que hacemos deberíamos pasarlo por el filtro de las Escrituras para saber si estamos en lo correcto o incorrecto. Dios usa a veces personas para advertirnos de nuestra situación y salvarnos. Que alguien nos diga lo que estamos haciendo mal debería ser bueno para todos, pero normalmente tomamos una actitud de mártir cuando nos dicen “nuestras verdades”. Otras veces hacemos sentir a la persona que nos lo dice, como un malvado, que no tiene sentimientos y que miente, porque las cosas no son así o simplemente lo ponemos en problemas, porque como revancha también le decimos que cosas malas hace. Por eso la mayoría se queda callado, para no hacer sentir mal a otro…. o porque entendemos que no quiere saber o lo que quiere oír es otra cosa. Entonces podemos caer en otro grande error, porque "modificamos" o "evadimos" la verdad. Modificar es cambiar y entonces deja de ser verdad y se vuelve mentira. Las verdades a medias, o mentiras maquilladas como dicen algunos, no logran su objetivo porque el que la dice está mal y la persona a la que se lo dice cree que está bien y no hace nada para corregir su problema.
Una verdad, por más cruda que sea, será mejor que una mentira. La verdad vista de ese modo es una muestra de amor, porque dejar a alguien querido en su error no es sabio. Pero cuidado, toda verdad sobre otra persona no es verdad, hasta que se escucha a la persona que comete el error. Nunca debemos llegar ante nuestro hermano en el plan de juez, ni justiciero, sino decirle que vimos u oímos y que pensamos sobre eso... que sería bueno que revisara su situación al respecto, en pocas palabras, cuidando lo que decimos, sobre todo si no estamos seguros. Necesitamos ayudar al hermano con sinceridad, buscando transparencia en el asunto para su bien. Las buenas relaciones con Dios, la familia, los amigos e incluso con los conocidos se logran con una buena comunicación, así que lo mejor será siempre decir y aceptar la verdad en el amor del Señor.
Hay temas difíciles de hablar, porque afectan nuestros sentimientos y las opiniones pueden ser encontradas, es necesario tratarlos de manera objetiva, buscando un lugar y un momento apropiado y sobre todo no limitar el tiempo de la plática. Hay que hablar, saber escuchar y orar juntos para permitirle al Señor cerrar heridas y evitar malentendidos. La clave para el asunto de las verdades es que Dios esté en medio de nosotros, Él como el revelador, como Él que compone todo, Él que nos da fuerzas para aceptar, arrepentirnos y cambiar nuestras actitudes, comportamientos y acciones, siguiendo el consejo de su Palabra: “Fíate de Jehová de todo tu corazón, y no te apoyes en tu propia prudencia. Reconócelo en todos tus caminos, y él enderezará tus veredas.” Proverbios 3:5-6
Septiembre 2013