Te alabaré; porque formidables, maravillosas son tus obras; estoy maravillado, y mi alma lo sabe muy bien. Salmo 139:14
Hay muchas evidencias de la existencia de Dios. La creación es testimonio vivo de Su presencia. Dios todo lo hizo hermoso y Su obra nos habla de Su poder y excelencia. Lo malo, es que el hombre está tan acostumbrado a ver el firmamento y la naturaleza, que ya no es tan perceptivo, no aprecia la majestad y el amor de Dios en lo que ve.
Los adultos con mucha facilidad perdemos la capacidad de asombroso ante las cosas sencillas. Como que todo es tan familiar, tan conocido, que nos olvidamos de disfrutar la vida como cuando éramos niños. La tecnología ha capturado casi toda nuestra atención y come nuestro tiempo, podemos pasar horas frente a un aparato (obvio que no estoy hablando del horario del trabajo, sino de nuestro tiempo de descanso y de entretenimiento), simplemente no nos damos cuenta del tiempo que invertimos. Cuando miramos el reloj pensamos que las horas se fueron muy rápido, pero la realidad es que el tiempo está cronometrado, una hora son sesenta minutos y muchas veces, se nos van en nada.
No es mi intención en está ocasión hablar del tiempo, sino de la vida misma. ¿En qué estás invirtiendo tu vida?, ¿vives una realidad física, espiritual o cibernética? El problema de ese tipo de actividades no solo es el tiempo, sino que también invertimos nuestras fuerzas y nos aislamos de la vida misma, de la familia, de los amigos y hasta de Dios. Terminamos cansados y algunas veces hasta fastidiados y enojados. Así que hay que poner atención a nuestras actividades, a cómo las llevas a cabo, a cómo vives, para no perderte de las cosas buenas que Dios ha creado para ti.
Hay quienes viven su vida al "ahí se va", hacen lo que quieren y cómo quieren, sin meditar si es lo mejor, luego se arrepiente y alcanzan perdón y redención, pero el pasado no se puede cambiar. Lo que haces ahora ya se escribió, y lamentablemente lo que no hacemos en su tiempo, se pierde, vendrán nuevos momentos y hasta mejores, pero el mismo momento, no se repetirá. Así que hay que aprender a vivir apreciando la obra de Dios.

Uno de mis nietos está descubriendo el mundo. Ver sus reacciones de emoción, me maravilla. Su capacidad de observar y hasta repetir es asombrosa. Con su dedito señala su oído cuando escucha algo diferente, busca y corre para no solo oír, sino ver y tocar. Los animales le encantan, solo es cosa de que les agarre confianza y se le va el miedo. Saborea la comida y se ve como disfruta de los líquidos, casi a nada le hace el feo. El agua es su fascinación, por él estaría bañándose todo el día. Una pelota lo puede entretener por horas. Aprecia los espacios abiertos, los movimientos de la naturaleza y la gente, creo que con todos sonríe. Camina a oscuras por el pasillo con tal de llegar a donde quiere. Parece que no se cansa, ni se aburre, deja comer por jugar, y no se quiere dormir hasta que todo está en silencio y las luces apagadas. El simplemente es feliz. Mi pequeño Iker me ha hecho reaccionar, he vuelto a mirar el cielo con detenimiento y a acariciar las plantas y al percatarme de la creación y me he maravillado de Dios. Las cosas sencillas se han vuelto valiosas y he cambiado los tiempos de tele o computadora, por disfrutar con él de la naturaleza y saben una cosa, me he sentido mejor, porque se ha abierto una puerta para apreciar la obra de Dios, y otra, para convivir con la familia.
Quizás tenemos tantas actividades cotidianas, que usamos el poco de tiempo del que disponemos para perdernos en realidades ficticias de la tele o en juegos de computadoras, celulares y consolas. Seamos como los niños, ellos prefieren correr y brincar, que sentarse. Ellos prefieren interactuar, que estar solos. Ellos prefieren vivir a imaginar. No se conforman con ver, quieren tocar y sentir. Y no quisiera dejar la impresión de cero tv, celular y computadora, sino de más vida en interacción con la obra de Dios. Él nos ha regalado un hermoso mundo, nos ha dado sentidos para disfrutar las cosas y nos ha rodeado de personas para socializar con ellos y es tiempo de apreciarlo más. Cuando pones atención a la naturaleza, puedes fácilmente pensar en Dios y adorarlo, porque tu corazón se llena de emoción al ver su amor. Cuando disfrutas de la lluvia, del viento, del sol, puedes verlos como una caricia del cielo y no como una desgracia que cambio tus planes, pues son regalos de Dios necesarios para Su creación. Cuando puedes sentir la presencia de Dios fuera de la iglesia, en cada cosa que ves y que haces, entonces estás viviendo bien.
Julio 2013