A muchas mujeres les asusta que les hablen de ministerios, piensan que no pueden, porque no están preparadas o tienen muchos compromisos familiares, algunas de ellas tienen un marido que les permite asistir a la iglesia, pero no involucrarse en la obra de Dios.
Los dones son para beneficio de la iglesia, pero también para impactar fuera de ella y atraer a los no creyentes al Señor Jesucristo. Cuando me refiero a ministerios, no hablo de títulos o nombramientos, sino de servir a Dios. Hay distintas maneras de hacerlo.
La Biblia nos enseña que el Espíritu Santo decide qué capacidad darnos, y que lo hace para que procuremos el bien de los demás. Entre sus dones está el de hablar con sabiduría, con mucho conocimiento, el de gran fe, sanidades, hacer milagros, liderazgo, discernimiento de espíritus, lenguas e interpretación de estas (1 Corintios 12) y tenemos también los dones del servicio, la enseñanza, de compartir, animar, presidir y ayudar (Romanos 12:6-8). Si se dan cuenta, no todos tienen que ver con liderazgo.
En Hechos 9:32-42, encontramos la historia de una mujer que vivía en el puerto de Jope, una seguidora de Jesús llamada Tabitá. Su nombre griego era Dorcas, que significa «Gacela». Ella siempre servía a los demás y ayudaba mucho a los pobres. Ella murió y mandaron llamar a Pedro. Al llegar, lo llevaron a donde estaba su cuerpo y muchas viudas se acercaron llorosas a Pedro, y le mostraron los vestidos y los mantos que les había hecho ella, cuando aún vivía. Pedro oró y le ordenó: «¡Tabitá, levántate!». Ella abrió los ojos, miró a Pedro y se sentó. Pedro le dio la mano para ayudarla a ponerse de pie; luego llamó a los seguidores de Jesús y a las viudas, y se las presentó viva. Su resurrección impactó a todos los que vivían en Jope, pues cuando se enteraron de esto, muchos creyeron en el Señor Jesús.
Pero quisiera que meditáramos no en su muerte y resurrección, sino en su vida. Su ministerio era servir, como muchas mujeres que conozco. Ella se preocupaba por los demás y su generosidad la distinguió, estaba al pendiente de los pobres. Tabitá puso sus habilidades al servicio del Señor, era una excelente costurera y les hacía ropa a las viudas. Esa mujer se diferenció en su tiempo y en su comunidad, por sus obras. Ella fue respetada, admirada y querida por lo que hacía y no por lo que decía. Manifestó el amor de su Señor, amando a la gente y bendiciéndola. Viva y muerta evangelizó con su forma de vivir.
Nos preocupamos tanto por hacer grandes obras, que pasamos desapercibidas las necesidades que pudiéramos llenar con pequeños detalles. No tenemos que esperar a que alguien nos diga que hacer, solo debemos poner atención para ver en donde podemos servir. Dorcas hizo túnicas para las viudas, y tú ¿Qué sabes hacer? Y ¿Quiénes están a tu alrededor que puedas bendecir?
Dios necesita mujeres como tú y como yo, que sean oidoras de la Palabra, pero también hacedoras. No esperemos a que se nos vayan las fuerzas con los años sin hacer nada, porque si podemos con nuestras acciones dar testimonio de la obra de Dios en nuestras vidas.
Noviembre 2019