“Hermanos, si alguno fuere sorprendido en alguna falta, vosotros que sois espirituales, RESTAURADLE con espíritu de mansedumbre, considerándote a ti mismo, no sea que tú también seas tentado”. Gálatas 6:1
Siendo cristiano ¿has pecado?, yo creo que sí, porque somos de carne y tenemos una lucha diaria con ella (5:16-17), y nadie está libre de caer, no hay super cristianos. Pecar, es como caer en un pozo cenagoso, no es fácil salir, entre más lo intentas, más te hundes; una mentira lleva a otra, una acción ocasiona otra, la única manera es reconociendo tu pecado y que una mano amiga te ayude, jalándote hacia afuera. Dios es la mano amiga que nos sostiene y levanta (Salmo 145:14). Él se manifiesta de diferentes maneras para darle la mano al caído, pero por lo general quiere hacerlo a través de Su iglesia. En Gálatas 6, nos dice lo que debe hacer la iglesia cuando un hermano comete una falta, y claro está que no es exhibirlo, ni condenarlo, sino restaurarlo.
Aunque no nos guste reconocerlo, el pecado es parte de nuestra realidad. Todos pecamos, a lo mejor no hacemos actos delictivos, pero fallamos. El pecado es pecado, no importa cual sea, lo que importa es detectar como fue que caímos en él para corregir la situación.
Hay muchas razones por las cuales el hombre comete pecado, pero los cristianos pecamos por:
1. ACCIDENTE. El pecado se produce en forma sorpresiva, nos sobrepasa sin premeditación. Como quien dice, ganó la carne al espíritu Romanos 7: 18-23 ¿Por qué? Influyen las circunstancias y el ánimo de la persona. Las personas que caen por esto están muy sensibles, se sienten arrepentidas y avergonzadas. El Espíritu mismo les reprende, pero necesitan ser sanadas por la iglesia, aceptadas y no condenadas. “Así que, al contrario, vosotros más bien debéis perdonarle y consolarle, para que no sea consumido de demasiada tristeza. Por lo cual os ruego que confirméis el amor para con él”. 2 Corintios 2:7-8
2. ERROR. No podemos descartar el hecho de que algunas personas son engañadas por el enemigo y creen que algunas cosas no son pecado, son ignorantes, no conocen la Palabra y el enemigo entenebrece su mente con tradiciones y costumbres del mundo. Por lo general, a estas personas les cuesta reconocer que han pecado, tienden a justificarse, así que necesitan ser enseñadas, la Palabra es la que las hará libre. La iglesia debe corregirlos y enseñarlos con amor y paciencia. “Para que ya no seamos niños fluctuantes, llevados por doquiera de todo viento de doctrina, por estratagema de hombres que para engañar emplean con astucia las artimañas del error”. Efesios 4:14
Caer en pecado, es frustrante y angustiante, muchos batallan hasta para perdonarse a sí mismos y se quedan en el camino, pero eso no sucedería si alguien les ayudase a salir del bache. Y lo más recomendable es que lo hiciéramos nosotros, sus hermanos en Cristo, pero de todos a veces no se hace uno, porque en lugar de restaurarlo, ignoramos el problema o enjuiciamos al hermano, provocando que la congregación de la iglesia caiga en pecado por falta de amor, por tomar un papel de juez, que no le corresponde o por hacer leña del árbol caído. Así que sin importar porque un hermano pecó, como familia de Dios, todos somos afectados, porque esos hermanos caídos, se sienten mal, sienten la mirada acusadora de la gente (aunque a veces no es así), pero como no hay quien les diga lo contrario, mejor se sientan en la banca avergonzados, pierden sus ministerios, se enfrían, se amargan, contagiando a otros, hasta que dejan de congregarse o se van a otra iglesia, o peor tantito, se vuelven al mundo, todo porque nadie estuvo cerca de ellos para ayudarlos con espíritu de mansedumbre y confrontarlos con la firmeza necesaria para corregirlos. “Pero si alguno me ha causado tristeza, no me la ha causado a mí solo, sino en cierto modo (por no exagerar) a todos vosotros. Le basta a tal persona esta reprensión hecha por muchos”. 2 Corintios 2: 5-6
Caer en pecado, no es lo mismo que practicarlo, eso es lo peor que le puede pasar a uno de nuestros hermanos. El pecado se vuelve un hábito y por lo tanto, la persona persiste en lo incorrecto y toma una actitud de obstinación y rebeldía, actúa sabiendo que hace lo malo y no quiere consejo, ni correcciones, así que antes que eso suceda, la iglesia debe tomar acción, no podemos ignorar el pecado, ni tolerarlo, ni promoverlo, ni mucho menos apapacharlo, necesitamos confrontarlo, corrigiendo y rescatado al caído de sus redes antes de que se enrede más.
Lo que más nos va ayudar en el proceso de restauración del hermano es mirarnos a nosotros mismos. La soberbia nos vuelve implacables y duros, creyendo que nosotros nunca haremos lo que el hermano hizo, olvidándonos de que “el que se cree ser algo, no siendo nada, a sí mismo se engaña” (Gálatas 5:3). Juzgar, condenar, murmurar no ayuda, sino que le pone más tropiezo al hermano. “Así que, ya no nos juzguemos más los unos a los otros, sino más bien decidid no poner tropiezo u ocasión de caer al hermano”. Romanos 14:13. Saber que nosotros tenemos las mismas debilidades nos ayudará a ser misericordiosos y dejaremos que la gracia de Dios actúe en la vida del hermano a través de nosotros. Así que si el pecado del hermano te ofendió, perdónalo. Nunca sabes si algún día no estarás tu abajo: caído en pecado, él arriba: como un espiritual y el enemigo: maquinando en tu iglesia (2 Corintios 2:10-11).
La palabra “restaurar” significa devolverle a algo su estado original, su funcionalidad, repararlo. Dios nos llama a trabajar en la reparación de vidas, recordemos que el propósito de Dios es el amor y el rescate de los perdidos, y la Palabra nos pide que “No nos cansemos, pues, de hacer bien; porque a su tiempo segaremos, si no desmayamos. Así que, según tengamos oportunidad, hagamos bien a todos, y mayormente a los de la familia de la fe”. Nosotros no somos salvos por hacer buenas obras, pero definitivamente fuimos salvos para hacer buenas obras. Vivamos bajo la ley de Cristo, que es la del amor, trabajando como iglesia no solo rescatando a los perdidos del mundo sino restaurando a los caídos en la iglesia. Así que vamos a darle una mano a nuestro hermano para que del pozo, suba a los lugares celestiales que nos ha prometido nuestro Señor.
Julio 2011