
Honrar significa mostrar respeto y admiración; reconocer y premiar. Distinguir públicamente a alguien. Es sinónimo de venerar y reverenciar. Dicen que la honra es el premio por lo que uno hace. Estamos acostumbrados a honrar solo a aquellos que consideramos superiores a nosotros, y lo hacemos porque nos lo han inculcado, no porque nos nazca. Necesitamos aprender a dar honra a quienes la Palabra nos manda y nos sorprenderá a quien nos pide el Señor respetar.
El primero al que debemos honrar es a Dios.
“Den al Señor la honra que merece; con ofrendas preséntense ante él; adoren al Señor en su santuario hermoso”. (1 Crónicas 16:29 DHH)
Él es digno de toda honra y gloria, uno que otro lo cuestiona, la mayoría lo venera de labios, y un buen grupo de corazón. La Biblia nos enseña de qué manera hacerlo:
Con todo lo que somos, 1 Corintios 6:20 dice: “Porque habéis sido comprados por precio; glorificad, pues, a Dios en vuestro cuerpo y en vuestro espíritu”.
Con lo que pensamos y decimos: “Sean, pues, aceptables ante ti mis palabras y mis pensamientos, oh Señor, roca mía y redentor mío” Salmo 19:14 NVI.
Con lo que tenemos, Proverbios 3:9 TLA dice: “Demuéstrale a Dios que para ti él es lo más importante. Dale de lo que tienes y de todo lo que ganes” y ,
con lo que hacemos: “De la misma manera, la conducta de ustedes debe ser como una luz que ilumine y muestre cómo se obedece a Dios. Hagan buenas acciones. Así los demás las verán y alabarán a Dios, el Padre de ustedes que está en el cielo” Mateo 5:16 TLA.
A otros que tampoco cuestionamos que merecen nuestro respeto son nuestros padres.
“Honra a tu padre y a tu madre, para que vivas una larga vida en la tierra que te da el Señor tu Dios”. (Éxodo 20:12 DHH)
De niños es más fácil, porque los vemos como héroes y autoridad inmediata, pero conforme vamos creciendo, la verdad es que nos cuesta un poco de trabajo, creemos que lo que hacen es su obligación y rara vez reconocemos su esfuerzo y dedicación. Nuestros padres se merecen nuestra atención, cuidado y provisión, la Palabra dice claramente en 1 Timoteo 5:8 NVI: “El que no provee para los suyos, y sobre todo para los de su propia casa, ha negado la fe y es peor que un incrédulo”.
Debemos considerar también a las personas de la edad en plenitud, ellas tienen el camino de la experiencia recorrido.
La Palabra nos dice: “Cuando estén ante un anciano o alguien mayor de edad, muestren respeto y pónganse de pie”. (Levítico 19:32 TLA)
Escucharlos, acompañarlos, acogerlos, asistirlos, ser amables, valorar sus consejos y aprender de lo que dicen, es una manera de mostrar nuestro respeto. Hay personas que ven en los ancianos solo lentitud, inactividad y repetición, y eso les molesta, pero se les olvida todo lo que hicieron en el pasado, en sus tiempos de acción. Nuestros adultos mayores merecen cosechar lo que sembraron, así que pongámosles atención.
En la lista encontramos como dignos de honra a los que trabajan y nos presiden en el Señor, es decir a nuestros Pastores, maestros, líderes, evangelistas, etc., todo aquel que sirve en la obra de Dios.
“Hermanos, les rogamos que respeten a los líderes de la iglesia. Ellos se esfuerzan mucho para enseñarles a vivir su vida cristiana. Por eso, trátenlos con respeto y amor por todo lo que hacen, y vivan en paz los unos con los otros”. (1 Tesalonicenses 5:12-13 TLA).
A todos se nos ha dado la tarea de proclamar el evangelio, pero para guiar y cuidar a la iglesia, no cualquiera, se necesita un llamado especial . El Señor ha levantado hombres y mujeres para que nos ministren, la mayoría de las veces no vemos ni valoramos lo que hacen; ellos se dedican a compartir y enseñar la Palabra, cuidan de nuestras almas e interceden por nosotros. Necesitamos reconocer su labor, escucharlos, obedecerlos y mostrarles nuestro aprecio.
Todos merecen respeto, así nos lo dice la Palabra:
“Respeten a todos, y amen de manera especial a los miembros de la iglesia. Honren a Dios y respeten al emperador…” (gobernantes). (1 Pedro 2:17 TLA),
en otras palabras, debemos ser buenos con todos, incluyendo a los incrédulos. Todos merecen ser tomados en cuenta y tratados de buena manera, ya no solo por lo que hacen, sino porque son seres vivos. Romanos 12:10 TLA nos dice “Ámense unos a otros como hermanos, y respétense siempre”. Ser respetuoso es más que amabilidad, es considerar, valorar y tomar en cuenta a los demás.
Por último, podemos ser usados para darle gloria a Dios,
2 Timoteo 2:21, dice “Así que, si alguno se limpia de estas cosas, será instrumento para honra, santificado, útil al Señor, y dispuesto para toda buena obra”.
Necesitamos reconocer que no somos tan buenos como nos gustaría ser, la mayoría de las veces no llenamos ni nuestras propias expectativas y requerimos ayuda interna, la del Espíritu Santo y externa, de las personas que nos rodean, pero lo glorioso es que podemos ser útiles para Dios y honrarlo con nuestras vidas. Y no depende de lo que hacemos, pues todo tiene valor y es importante para Dios desde limpiar, testificar, ayudar, enseñar hasta predicar, lo que realmente le da honra a Dios son nuestras vidas consagradas a él, porque lo que hacemos lo pueden hacer otros, incluso si no tienen a Cristo en su corazón pues hay quienes se distinguen por buscar y hacer el bien, pero no les cuenta, porque su conducta es desagradable a Dios, aunque pretendan hacer las cosas para Dios, no testifican de Él, así que solo serán obras de caridad u obra social. Lo que cuenta en el servicio a Dios no es lo que hacemos, sino lo que dejamos que él haga a través de nosotros cuando le entregamos nuestras vidas. Nuestras vidas deben ser un testimonio de su poder y deben darle la honra a él, porque Él es el nuestro único Rey. Y como no sabemos cuándo, cómo y en dónde seremos usados, debemos mantenernos siempre limpios y dispuestos para ser usados.
Hermanos, si la gente reconoce nuestro trabajando, démosle la gloria a Dios y como los ancianos de Apocalipsis 4:10, arrojemos nuestras coronas ante su trono. Y si nadie ve lo que haces, no te preocupes, no es el reconocimiento del hombre lo que debes buscar, sino el de Dios, procuremos estar bien con Él y servirlo para no perder las bendiciones que nos ofrece, porque Él mismo nos dice: Yo honro a los que me honran, y humillo a los que me desprecian. 1 Samuel 2:30b NVI.