Significa mostrar respeto y admiración; reconocer y premiar. Distinguir públicamente a alguien. Es sinónimo de venerar y reverenciar. Dicen que la honra es el premio por lo que uno da, pero estamos acostumbrados a honrar a nuestros superiores solamente y lo hacemos porque nos lo han inculcado y eso es bueno.
La verdad es que nos cuesta dar honor a las personas, creemos que es su obligación hacer lo que hacen o hasta que no se lo merecen y eso es malo.
En esta ocasión mi recomendación es que aprendan a dar honra a quienes la Palabra nos lo manda:
A Dios. (1 Crónicas 16:29, 1 Samuel 2:30)
A tu padre y a tu madre. (Éxodo 20:12, Deuteronomio 5:16)
A las personas de la edad en plenitud. (Levítico 19:32)
A las viudas. (1 Timoteo 5:3)
A los que trabajan y los presiden en el Señor. (1 Tesalonicenses 5:12-13)
A todos. (1 Pedro 2:17)
Definitivamente de entre todos ellos, al que nunca cuestionamos que merece honra es a Dios. La Biblia nos enseña de qué manera se le puede honrar: Con tus ofrendas y adoración (1 Crónicas 16:29), con tus bienes (Proverbios 3:9), de corazón y no de labios solamente (Isaías 29:13) y respetando sus mandatos y enseñanzas (Mateo 15:9). Aunque claro que también hay gente que prefiere honrar y dar culto a las criaturas antes que Él (Romanos 1:25) y se inclina ante imágenes (Éxodo 20:5) y eso es malo.
Pero qué hay de las personas, Romanos 12 nos dice que no debemos sentirnos más que los otros, sino que debemos considerar a los demás y en cuando a honra, prefiriéndoos los unos a los otros. Así que considera a las personas por lo que son, por lo que hacen y porque Dios así lo quiere. En 2 Timoteo 2:19-21, se nos dice que si nos limpiamos seremos instrumentos para honra, santificados, útiles al Señor, y estaremos dispuestos para toda buena obra.