El ser humano necesita compañía, la soledad no es buena, atrae malos sentimientos y amargas emociones. Las personas necesitan sentirse amadas o cuando menos aceptadas en los grupos que frecuentan, pero a algunos se les dificulta mucho la integración, incluso en la iglesia.
No todas las personas que visitan una iglesia se quedan en ella, hay dos razones primordiales, la primera es que no reciben al Señor Jesús como su Salvador y la segunda, es porque no se sienten integrados a la iglesia.
¿Por qué no se integran?
1) Porque se sienten como extraños, como que no encajan entre los hermanos, saludan, pero no se relacionan con nadie.
2) Porque se sienten rechazados, invisibles, a pesar de asistir varias veces a la iglesia, no los conoce nadie, entre tantos, pasan desapercibos.
3) También hay otro fenómeno que se da más en congregaciones grandes: Hay personas que sí se quedan y se congregan, pero permanecen aisladas, como visitantes o simpatizantes por años.
Esto es alarmante, ¿no les parece? La iglesia procura retener a sus visitantes y promueve la unidad en la feligresía, creando programas o formando equipos que se encarguen de eso, pero a veces, sin importar los esfuerzos que hacen, las personas batallan para adherirse a una congregación. Aunque pudiéramos buscar culpables, decir que los programas no sirven, que los equipos de trabajo no hacen bien lo que les corresponde, que la congregación está tan ocupada en sus propias necesidades espirituales, físicas y emocionales, que no se dan tiempo para buscar la comunión con los nuevos, o incluso podemos culpar a los que se mantienen aislados, porque se ocultan entre tantos, no dicen nada, ni se involucran con nadie, porque no quieren compromisos, porque sin importar si la iglesia es un grupo abierto o cerrado, ellos no quieren participar.
La verdad es que todos deberíamos hacer algo para fomentar las buenas relaciones en la iglesia, para que nos sintamos bien, en armonía, en familia, como hermanos en Cristo Jesús y que nadie quiera irse, sino permanecer en nuestra iglesia.
Sabemos que la integración se da más en grupos pequeños, por eso las iglesias tienen organizaciones, ministerios y células de estudios. La unidad inicia en las razones por las cuales nos reunimos, y en nuestras iglesias, la primera y más grande es Cristo. Él nos une con Dios y con la familia de la fe. Aunque con eso debiera ser suficiente, buscamos otras áreas que nos ayuden para crear unidad en los pequeños grupos, y así romper las barreras que impiden la comunión.
Para establecer una relación más cercana entre las personas, se forman grupos con personas del mismo sexo o de la misma edad, o bien, se busca algo en común entre sus miembros, como vivir en la misma colonia, amistad e incluso familia. Después se les asigna un propósito para que se mantengan juntos como grupo y a medida que se reúnen, estudian la Palabra, comparten su testimonio y se ayudan entre sí, se crean vínculos entre ellos, se conocen y se da la integración. Se convierten en pequeñas comunidades cristianas que, como los primeros cristianos, se reúnen en el Templo y también en sus casas. Unidos se alimentan, crecen y sirven a Dios. Cada cristiano integrado participa de la vida de la iglesia, teniendo comunión cuando menos con un grupo de hermanos, de tal manera que cuando asisten a la iglesia, sin importar lo grande que sea la congregación y que no conozcan a toda la iglesia, se sienten identificados y parte de ésta.
Cuando la integración de esos grupos se dificulta, se pueden utilizar recursos extra como dinámicas en sus reuniones, que les ayudan a romper el hielo y buscar la armonía. Recuerden que nuestras reuniones deben de cubrir todas las necesidades del ser humano: físicas, espirituales y emocionales, así que algo de diversión y convivencia es de gran bendición. Las personas buscan comunidades cristianas, en donde sean acogidos fraternalmente, valorados e incluidos. Así que es una necesidad prioritaria de las iglesias que sus miembros se sientan realmente parte del Cuerpo de Cristo, eso los llevará a un mayor compromiso y entrega en y por la Iglesia.
La vida cristiana debe ser comunión. Comunión con Dios, con la familia, con los hermanos en la fe y abiertos a los del mundo, no para ser jalado por ellos, sino para atraerlos a los brazos de nuestro Salvador y su iglesia. Recordemos que la iglesia debe ser un lugar donde se predica y practica la verdadera doctrina del amor de Dios. Un lugar que acerca y acoge a todos los que llegan a ella, así que sonría y salude a los nuevos e involúcrese con los hermanos en la fe, sea parte de un grupo y se sentirá parte de su iglesia.