“Señor, si llevaras un registro de nuestros pecados, ¿quién, oh, Señor, podría sobrevivir? Pero tú ofreces perdón, para que aprendamos a temerte”. Salmo 103: 3-4
¿Te han hecho algo que consideras imperdonable? Déjame decirte que la justicia de Dios es muy diferente a la nuestra, pues no está centrada en el castigo, sino en el rescate. Dios ha hecho todo por salvarnos a pesar de ser como somos y de hacer lo que hacemos. El amor y el perdón son parte fundamental del evangelio, y son acciones que nos hacen acreedores a grandes beneficios.
La Biblia nos habla mucho del perdón. Pero para algunos perdonar no es lo mismo que ser perdonado, pero ambas cosas son necesarias en nuestra vida si queremos estar en paz con Dios. Gracias al perdón de nuestros pecados en Cristo Jesús, es que nos hemos acercado a Dios, así que es muy triste que algunos que han experimentado la misericordia de Dios, se rehúsen a perdonar a los que les ofenden. Nuestros argumentos en contra de los agresores se basan en la justicia y la necesidad de un escarmiento: “el que la hace, la paga”, pero nadie quiere ser medido con esa vara (Mateo 7:2), porque Dios nos ha dicho que nos tratará como nosotros tratemos a los demás.
¿Qué hace el mundo con los que hacen el mal? Los enjuicia, exhibe y condena, los excluye de sus vidas, y si es posible, los saca de su esfera social, pero ¿será esa la actitud que Dios espera de los cristianos? No, no lo creo, la Biblia es muy clara en cuanto al perdón: “Si ustedes perdonan a otros el mal que les han hecho, Dios, su Padre que está en el cielo, los perdonará a ustedes. Pero si ustedes no perdonan a los demás, tampoco su Padre los perdonará a ustedes.” Mateo 6:14-15
Amar y perdonar es muy difícil, mucho más si las ofensas son graves y vienen de alguien que no esperabas. El apóstol Pedro se acercó a Jesús y le preguntó: —Señor, ¿Cuántas veces tengo que perdonar a mi hermano que peca contra mí? ¿Hasta siete veces? —No te digo que, hasta siete veces, sino hasta setenta y siete veces —le contestó Jesús—. Mateo 18:21-22 NVI. ¿Qué quiso decir Jesús con esta frase? No guardes rencor en tu corazón contra tu hermano, perdónalo siempre. Sin importar lo que otros hagan contra ti, la actitud de un cristiano debe ser de misericordia y compasión. Jesucristo nos dio el mejor ejemplo cuando lo crucificaban y dijo: “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen” Lucas 23:34. Así que, aunque creas que la persona que te ofendió si sabía lo que hacía, que no merece ser perdona, incluso aunque no te pida perdón, debes perdonar, porque si no, tú también estarás pecando, guardando rencor en tu alma. Estás mal, si en lugar de perdonar, quieres castigar, estás mal con la persona que te agredió, contigo mismo y con Dios, porque en lugar de dejar fluir el amor de Dios, estás actuando en la carne. Es sabido por todos, que es a nuestra carne a la que no le gusta perdonar, pero “si el Espíritu ha cambiado nuestra manera de vivir, debemos obedecerlo en todo”. Gálatas 5:25 TLA.
Gálatas 6: 1-2 TLA continúa diciéndonos: “Hermanos, ustedes son guiados por el Espíritu de Dios. Por lo tanto, si descubren que alguien ha pecado, deben corregirlo con buenas palabras. Pero tengan cuidado de no ser tentados a hacer lo malo. Cuando tengan dificultades, ayúdense unos a otros. Ésa es la manera de obedecer la ley de Cristo”.
Nuestras emociones y acciones deben ser guiadas por el Espíritu de Dios que mora en nosotros. La falta de perdón produce amargura y esterilidad en la vida y ministerio. Sin importar cuantas cosas buenas procures hacer, dice la Palabra en 1 Co. 13: 1-3 DHH: “Si hablo las lenguas de los hombres y aun de los ángeles, pero no tengo amor, no soy más que un metal que resuena o un platillo que hace ruido. Y si tengo el don de profecía, y entiendo todos los designios secretos de Dios, y sé todas las cosas, y si tengo la fe necesaria para mover montañas, pero no tengo amor, no soy nada. Y si reparto entre los pobres todo lo que poseo, y aun si entrego mi propio cuerpo para tener de qué enorgullecerme, pero no tengo amor, de nada me sirve”.
Si te falta amor en Cristo lo encontrarás; nuestra relación con Él es como un árbol, que crece, madura y da fruto; cuando andamos en el Espíritu y no en la carne, se producen en nosotros un fruto con 9 virtudes, las cuales se encuentran escritas en Gálatas 5:22-23 “Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza; contra tales cosas no hay ley”. La primera es el amor, sin amor, no hay perdón, y sin perdón no hay libertad, porque seguimos esclavizados al fruto de la carne, que es enemistad, pleito, ira, contienda y disensión.
Perdonemos, para que Dios nos perdone a nosotros, ¿de qué? de tantas cosas en las que le hemos fallado, de nuestras malas actitudes, acciones y emociones, de no hacer el bien, de nuestras diarias equivocaciones, etc. Si quieres recibir su perdón, obedécelo: “No juzguéis, y no seréis juzgados; no condenéis, y no seréis condenados; perdonad, y seréis perdonados”. Lucas 6:37. Recuerda, el verdadero amor justifica y se sacrifica, como Jesús que lo hizo al morir en la cruz por nosotros.
Hay heridas que sanan solas, pero otras son tan profundas y dolorosas que si no las atiendes pueden provocar la muerte. Lo mismo sucede con las heridas del alma, cuando guardamos rencor, se infectan, pero si perdonas, harás lo correcto y tendrás paz. Quizás la herida tarde en cerrar y algunas veces el enemigo intentará hacerla sangrar de nuevo, pero si te mantienes en el Señor, sanará de nuevo. El perdón detiene la infección, evita que la carne se pudra, porque Dios interviene y sana tu herida desde adentro, es muy probable que te quede una marca, pero no te dolerá, te recordará lo que pasó, de la manera en que Dios restauró tu vida y podrás ayudar a quienes pasen situaciones similares a las tuyas.
Julio 2020