"Y como ellos lo acosaban a preguntas, Jesús se incorporó y les dijo: Aquel de ustedes que esté libre de pecado, que tire la primera piedra". Juan 8:7 NVI
Una mujer fue llevada a Jesús por muchos hombres, la acusaban de algo muy serio. Juzgarla conforme a la ley como lo hacían ellos, no nos tomaría nada de tiempo, ella había sido sorprendida en su pecado, no tenía defensa alguna. Ellos querían matarla "conforme a la ley de Moisés" porque se lo merecía, pero Jesús quiso salvarla, no fue condescendiente con el pecado, ni tolerante con ella, sino que quiso darle la oportunidad de corregir sus errores, era el tiempo de la gracia del Señor.
La gente está acostumbrada a juzgar severamente los actos de los demás, pero en lugar de lanzarles piedras para destruirlos como lo hacían los fariseos, los critican. Las críticas públicas son como piedras lanzadas a las personas, lastiman y a veces hasta matan el espíritu de la persona expuesta.
Criticar es evaluar lo que otros hacen o dicen. Lamentablemente casi todos resaltamos los errores y los ponemos al descubierto. En un campamento nos dieron una hoja en blanco, las instrucciones eran dibujar un puntito negro en medio y luego decir lo que veíamos en ella. La mayoría se centró en el punto y omitió lo blanco de la hoja. Algo parecido sucede cuando tenemos un conflicto con una persona, nos olvidamos de sus buenas obras y virtudes, y nos centramos en sus defectos y errores. Y en lugar de pronunciar críticas constructivas, nos volvemos destructivos, la mayoría de las veces sin medir el impacto de nuestras palabras.
Cuán fácil es criticar a otros, y cuando lo hacemos entre varios más, cada uno le agrega de su propia cosecha y después las opiniones se vuelven chisme, porque los comentarios empiezan a circular entre otras personas. Criticar en público está de moda, entre más conocida es una persona mejor se pone.
El amarillismo atrae la audiencia de programas y revistas que se dedican a exponer la vida de los famosos. Normalmente dicen medias verdades, que la gente se cree y las personas involucradas ni se defienden para no darle más trascendencia al asunto, pero algunos comentarios de mal gusto afectan sus emociones y las de sus familiares.
Sin tolerancia hacemos radiografías de las personas, las examinamos minuciosamente, sobre todo si se trata de alguien conocido y nos ofende directa o indirectamente en algo lo que hizo. Además de la falta que cometió, agregamos las pasadas para justificar nuestro comentario y molestia, esperando que cuando menos los que nos escuchan nos den la razón. Pero la Palabra nos manda a hacer un alto: ¿Acaso nosotros estamos libres para tirar la primera piedra? o ¿solo el ojo de esa persona tiene paja? Cristo nos revela en Mateo 7:3-4 la tendencia que tenemos de querer trabajar más en la vida de los demás que en la propia.
A nadie le gusta que le digan sus errores, pero es necesario afrontarlos y corregirlos y como hermanos debemos ayudarnos, pero la crítica compartida generalmente no produce resultados positivos. Cae como una bomba, como una patada de mula y los aludidos se sienten desprestigiados y en lugar de enfocarse en su error se centran en sus emociones afectadas. Jesús vino a salvar lo que se había perdido (Lucas 19:10) a través de la predicación del arrepentimiento (Mateo 4:17). Nuestro objetivo debe ser el mismo. Pero necesitamos tener esa visión clara para realizar la operación de remover la paja del ojo ajeno.
Lanzar piedras al agua era un juego muy divertido en el río, pero apedrear a una persona no lo es y menos lapidarla. Cuidemos nuestros comentarios, hagámoslos de la manera apropiada cuando su fin sea ayudar. La Palabra de Dios nos da parámetros para todo, en Mateo 18:15-17 nos dice que la reprensión debe ser dada primero en privado, si se persiste en el error, entonces involucraremos a más personas, pero eso no pasará si la corrección la hacemos con firmeza y amor, no con sabiduría humana, sino como espirituales (Gálatas 6:1), usando palabras adecuadas que produzcan edificación e impartan gracia al que nos escucha (Efesios 4:29), de tal manera que ayudemos a un hermano y ganemos a un amigo.
Noviembre 2011