Hay tantas cosas por las que no quisiéramos pasar, quisiéramos evitar todas las enfermedades, los accidentes, los problemas, las decepciones, etc. pero creo que eso es prácticamente imposible en esta tierra, hasta los niños tienen sus caídas y sufren enfermedades.
Algunas experiencias cambian nuestra percepción de ver las cosas, y sabemos que Dios dispone todas las cosas para el bien de quienes lo aman, a los que Él ha llamado de acuerdo con su propósito. Quiero compartir con ustedes la experiencia dolorosa que viví. Mi hija tuvo problemas con su vesícula, en unos cuantos días su salud se deterioró, de algo doloroso, pero con una solución práctica, llegó a una obstrucción biliar, ocasionada por la inflamación de vesícula, hígado y páncreas, así que por diagnóstico de casi todos los médicos que la revisaron, se convirtió en una pancreatitis y eso, puso en peligro su vida. Luego nos vimos en otra encrucijada, teníamos que meditar bien las cosas, porque ella estaba embazada, y para aumentar la crisis, estaba la situación económica, porque no sería una cirugía sino 2 las que necesitaría y teníamos que operarla de emergencia, aunque ella es derechohabiente de ISSSTE y tiene IMSS por su marido, no podía ser operada en ninguna de esas instituciones de salud, porque había diferencia en los diagnósticos, y además son tan burocráticos que habría que esperar turno, y somos tantos que no se dan abasto, yo entiendo, tienen poco personal y presupuesto. Mi estado emocional se volvió inestable, por un lado, estaba segura de que Dios obraría y que su voluntad es perfecta, pero por el otro lado, me angustiaba la situación y hasta la resolución que el Señor podría darnos.
Mi cuerpo reaccionó ante el estrés y la urgencia, sentía un dolor profundo en el pecho, un sabor amargo en la boca, mi corazón se estremeció y mi mente maquinó un sinfín de pensamientos negativos, hasta que me dije a mí misma ¿Quién soy yo para decirle a Dios que hacer y cuestionar sus decisiones? Y pude declarar convencida como Job: ¿Qué? ¿Recibiremos de Dios el bien, y el mal no lo recibiremos?
Cuando atravesamos por una situación complicada experimentamos un mal sabor de boca, pareciera que tomamos sorbos amargos, tragos de sufrimiento, pero nuestro dolor es nada comparable al que sufrió Jesús en la cruz del Calvario. El que verdaderamente tomó la copa amarga, sí, Jesús nos dice en Mateo 26:39 NVI: «Padre mío, si es posible, no me hagas beber este trago amargo. Pero no sea lo que yo quiero, sino lo que quieres tú» y la versión TLA dice: ¡cómo deseo que me libres de este sufrimiento! A nadie le gusta sufrir, pero el Señor lo hizo, no por Él sino por nosotros, para que no sufriéramos más de la cuenta ni por toda la eternidad. Con nuestras tragedias personales, se nos olvida el dolor de Jesucristo en la cruz; lo recordamos por año en Semana Santa, pero ni siquiera de una forma real, lo vemos como una película melodramática y nos enfocamos en el resultado de su sufrimiento, nuestra salvación.
Muchos sermones están basados en que lo que Jesús vivió en la tierra para experimentar en carne propia lo que vivimos, para ponerse en nuestro lugar y así comprendernos, pero por si no fuera suficiente, llegó a la cruz donde fue martirizado cruelmente. Cuando nosotros pasamos por un dolor intenso, deberíamos considerar cuán duro fue para Jesús su muerte en la cruz y concluir que no es nada comparable lo que padecemos con lo que él sufrió. Hay quien dirá, yo puedo aguantar todo (lo cual es mentira), pero que no me toquen a mis hijos, lo cual puede ser verdad, pero Jesús en la cruz, no solo cargó con su sufrimiento físico, emocional y espiritual, sino con los del mundo entero, con el de todas las generaciones, y también con todos sus pecados, culpa y remordimientos, dice la Palabra en Isaías 53:4 DHH “Y sin embargo Él estaba cargado con nuestros sufrimientos, estaba soportando nuestros propios dolores. Nosotros pensamos que Dios lo había herido, que lo había castigado y humillado”, pero no fue por Él sino por nosotros que murió, Él no merecía ningún castigo, ningún dolor, no había pecado, solo trajo el bien, así que, si nuestro sufrimiento nos parece inmenso, no es así, el máximo sufrimiento, el eterno, lo pagó Jesús en esa cruz. Trae ante sus pies todas tus emociones, tus dolores, tus problemas y pronto encontrarás respuesta, paz y esperanza.