Celebrando que nuestro País es libre, se me ocurrió hablarles de la libertad. Palabra bendita para muchos, anhelo de todo el ser humano, pero que a veces se le da el uso incorrecto, cuando nos soltamos de la rienda de Dios.
A hacer y decir lo que nos gusta sin límite alguno ¿le llamamos libertad? ¿Libertad es qué nadie nos diga qué y cómo hacer las cosas? No, eso no es libertad.
La libertad está condicionada, vivimos en sociedad y debemos respetar a la gente que nos rodea, pero sobre todo a Dios, así que algunos opinan que somos libres y siervos al mismo tiempo. Dios nos ha dado libre albedrío desde que nos creó, recuperó nuestra libertad por medio de la preciosa sangre de Cristo, pero también nos ha dado mandamientos y preceptos que debemos cumplir, aunque a veces los cuestionemos o queramos pasar por alto.
La gente se escuda diciendo que está bien, que sabe lo que hace y no queriendo conocer lo que Dios dice al respecto, cree ser sabio en su propia opinión, cuando la Palabra nos sugiere a que temamos a Dios y nos apartemos del mal (Proverbios 3:7).
La rebelión y la debilidad de la carne nos pueden robar la libertad haciéndonos esclavos del pecado nuevamente (Juan 8:36). Por eso Jesús nos dice ¿no vuelvas a pecar? pero nosotros queremos pecar de inocentes y pretendemos llamarle bueno a lo malo y viceversa (Isaías 5:20). Para que tal confusión no nos acontezca, en este día te recomiendo andar en la luz obedeciendo las enseñanzas del Altísimo, porque cuando conozcan la verdad, la verdad te hará libre (Juan 8: 32).
¡Jesucristo nos ha hecho libres! ¡Él nos ha hecho libres de verdad! Así que no abandone esa libertad, ni vuelva a ser esclavo de la ley (Gálatas 5:1), vivamos haciendo lo bueno, siendo de bendición para otros, satisfechos de agradar a Dios, esa es la verdadera libertad.