Siempre que acontece algo, surgen en nuestra mente muchas preguntas, cómo, cuándo, quién, en dónde, a qué horas, para qué, todas ellas la mayoría de las veces fáciles de contestar y comprobables, pero hay una a la que no siempre encontramos respuesta, o bien, la respuesta no nos satisface, y esa es ¿POR QUÉ? ¿Por qué suceden las cosas? y ¿Por qué a ciertas personas?
¿POR QUÉ? Esa respuesta es la que más nos interesa,
cuando nos atañen directa o indirectamente a nosotros,
y sobre todo cuando no nos gustan las cosas que pasan,
nos parecen malas y creemos no merecerlas.
Tenemos un Dios de propósitos y nada sucede por nada; pero nunca debemos echarle la culpa a El de las cosas malas, porque Él es bueno y no hace mal a nadie; es el pecado el que nos expone al castigo y a la muerte, nuestra libertad la que nos lleva a escoger el pecado, y en ese paquete, están incluidas las consecuencias. Dios solo permite que sucedan, no para destruirnos, sino para nuestro bien, pues Él corrige al que ama y azota al que es su hijo.
Dios usa las consecuencias de nuestros malos actos, para convertirlas en algo positivo para nosotros, es decir, como un trampolín para hacernos cambiar de camino o crecer en nuestras áreas débiles. Lamentablemente no siempre les sacamos provecho, porque nos perdemos en lo que nos está sucediendo, en los “porqués”, en buscar culpables y muchas veces hasta en reclamarle a Dios, en lugar de volvernos a Él.
Claro está que a nadie le gusta tener problemas, todos queremos vivir plácidamente, sin estorbos, ni tropiezos, en la gloria, pero para poder alcanzarla y vivir en paz, hay que luchar primero. Luchamos contra nuestra carne y las tentaciones, pero también debemos resistir cuando lo que nos sucede es por consecuencia del pecado de otros, ya que el pecado de todos ha afectado a la tierra.
Entre tus “porqués”, alguna vez te has preguntado
¿Por qué tuvo que morir Cristo?
La muerte es consecuencia del pecado;
pero el Hijo de Dios, es santo, extraordinariamente bueno y bondadoso, no vivió para Él,
sino para hablarnos del mensaje de amor de Dios, sin embargo llegó a la cruz como lo peor,
no por su pecado, pues no cometió ninguno, sino a consecuencia del nuestro.
¿Por qué Dios lo permitió? Porque la ley de Dios que es justa, santa y no cambia, como Dios mismo, dice que el que peca tiene que pagar y no hay perdón de pecados, sin derramamiento de sangre. Alguien tiene que pagar, y la sangre de los toros y machos cabríos no cubre los pecados. ¿Por qué pagó Cristo y no nosotros que lo merecíamos? Tomó nuestro lugar para cambiar el destino fatal que teníamos, librándonos a ti y a mí de la muerte eterna, ya que ni con nuestra propia vida podríamos pagar la salvación. Necesitaba ser Él, pues no había ningún otro santo, ni suficientemente digno, para pagar el precio de nuestro rescate. Solo el Cordero de Dios, puede quitar el pecado. ¿Por qué quiso hacerlo Cristo? Simplemente por amor.
Hasta aquí la historia es bellísima, porque existiendo un pecado y una justicia, hubo un Justo que quiso hacerse cargo de la deuda de todos. El sacrificio de Cristo era necesario y lo hizo por todos, lo malo está en que no a todos les ha caído el veinte, y digo esto porque se ve. A algunos no les interesa lo que hizo, o no se sienten culpables de nada, muchos lo rechazan porque creen que no necesitan a Dios, y otros lo aceptan pero viven sin tomarlo en cuenta; quien hace cualquiera de esas cosas, no valora este sacrificio y por lo tanto rechaza la única tabla de salvación que tiene para vivir una buena eternidad.
La crucifixión se ha relatado no solo en la Biblia,
sino en tantos libros y ediciones,
plasmado en lienzos de pintura y gráficos,
y han tratado de visualizar lo que creen que pudo ser
en la pantalla de un cine, TV y obras de teatro.
Vemos a Cristo azotado, perforado, humillado,
torturado y en agonía por nosotros,
y aun así ¿por qué la gente no se conmueve?,
¿por qué no deja de pecar?, ¿por qué no se vuelve a Dios?.
Quizás tú eres uno de ellos, a lo mejor no querías que Cristo muriera y pagara por ti, y prefieres seguir viviendo en pecado sin medir las consecuencias, pero Dios no quiere que perezcas, Él te ama y desea restaurarte, quiere mostrarte una vida mejor que la que tienes, aunque te parezca imposible, la vida del mundo no es la felicidad. Dios quiere que te des cuenta de que el pecado es malo y que un día lamentarás lo que haces, si no te arrepientes y vienes a Él a través de Cristo, pues es el único que puede hacerte verdaderamente feliz.
Por todos los medios se te presenta el mensaje de la cruz, más en tiempo de Semana Santa, por favor pon atención ¡no cierres tu corazón, abre tus ojos y recibe a Jesús! Lo que Él hizo por ti, nadie más podrá hacerlo, solo Él puede salvarte.