Vosotros corríais bien, ¿Quién os impidió obedecer a la verdad? Gálatas 5:7

Pablo compara la vida con una carrera y con una batalla, dice “He peleado la buena batalla, he terminado la carrera, he guardado la fe”. 2 Timoteo 4:7.
Cada año pareciera que iniciamos una pequeña carrera, un tramo de nuestra vida; en enero estamos en el punto de partida y en diciembre en la meta. Nos proponemos no solo vivir sino ser mejores, para eso necesitamos evaluar nuestro avance seguido y en todas las áreas, pero principalmente en el área espiritual.
¡Qué bendición es cosechar, sembramos mucho o poco, pero lo hicimos bien! Comparar el antes y el después, sabe bien si le dimos a Dios lugar en nuestras vidas, si lo dejamos actuar y vivimos dentro de Su voluntad. Crecer, multiplicarnos y madurar nos llena de gozo. Ver materializados nuestros anhelos y proyectos, o saber que estamos en el camino correcto para alcanzarlos nos da satisfacción.
Por otro lado, ¡Qué desagradable sensación es descubrir que nos quedamos en donde mismo, estancados! ¿No hemos hecho nada bueno con nuestra vida?, ¿Por qué? Porque no nos propusimos nada y no invertimos tiempo con Dios, no leímos la Biblia, no oramos, casi no nos congregamos, siempre hubo algo que nos estorbo para cumplir con Sus preceptos. Tuvimos sueños, pero creímos que eran inalcanzables, imposibles para nosotros, así que no hubo esfuerzo, ni planeación, no hicimos propósitos, pues nos conocemos tan bien que nunca terminamos lo que nos proponemos. El tiempo ha pasado de balde, ni siquiera salimos de la meta, perdimos la oportunidad que nos dio Dios de hacer algo bueno, de ser mejor, nos conformamos con vivir, trabajar, comer, dormir y comprar, pero las adquisiciones por lo general no son metas, sino distracciones, porque nos enfocamos en lo pasajero, en lo que se acaba y no en lo que puede mejorar nuestra vida. De que nos sirve tener muchas cosas si no estamos bien con Dios, si no le servimos, hay una frase célebre con muy buen sentido: “Quien no vive para servir, no sirve para vivir”.
En una carrera, no solo puedes quedarte en la línea de inicio o llegar a la meta, muchos se quedan en el camino, a medias. Arrancan y avanzan, pero se cansan, ¡qué lamentable historia! Porque el que se quedó en la meta, pues simplemente no quiso correr, pero estos si querían, así que corrieron mucho o poco, pero se quedaron en el camino y les duele más, porque fracasaron. Querían ser espirituales, hacer algo por el Señor y no lo consiguieron.
¿Por qué se quedaron a medias? Definitivamente no es bueno generalizar, porque debe haber no una sino muchas causas, pero las más comunes para vivir a medias la vida cristiana, son porque:
- Inconstantes. Santiago 1:8: “El hombre de doble ánimo es inconstante en todos sus caminos”.
- Inmaduros. Efesios 4:14: “Para que ya no seamos niños, sacudidos por las olas y llevados de aquí para allá por todo viento de doctrina, por la astucia de los hombres, por las artimañas engañosas del error.
- Ignorantes. Efesios 4:18: “Entenebrecidos en su entendimiento, excluidos de la vida de Dios por causa de la ignorancia que hay en ellos, por la dureza de su corazón”.
- Desobedientes. Tito 1:16: “Profesan conocer a Dios, pero con sus hechos lo niegan, siendo abominables y desobedientes e inútiles para cualquier obra buena”.
- Incrédulos. Hebreos 3:12 “Tened cuidado, hermanos, no sea que en alguno de vosotros haya un corazón malo de incredulidad, para apartarse del Dios vivo”.
Todo eso y más es porque estamos a medias con Dios, porque vivimos más en la carne que en el espíritu.
Hay muchos cristianos a medias, creen, pero no obedecen; saben, pero no hacen; están involucrados con Dios, pero también con el mundo. Definitivamente, no pueden crecer, ni madurar espiritualmente porque todavía viven en pecado y fuera de la voluntad de Dios, como Salomón tienen una vida dividida: una mitad para Dios y otra mitad para los placeres. Salomón vivió una vida de autocomplacencia, como muchos lo hacen ahora y siguen sus pasos ignorando los mandatos de Dios, desviando su corazón hacia cosas vanas, ofendiendo a Dios con sus actos, no siendo íntegros delante de Él.
Lo peor de todo es que muchos ignoran que viven a medias, creen que con ser religiosos están bien con Dios, son fieles a la iglesia y hasta activos, como Salomón que construyó el Templo y ofrecía sacrificios a Dios. Como Salomón tienen todo lo que un hombre puede desear, pero, a pesar de eso, sus faltas a la ley de Dios muestran claramente que son infieles a Dios por gusto. Creer que estás bien, cuando no es así es una situación muy peligrosa, porque no haces nada por cambiar.
Salomón vivió un tiempo de rebeldía espiritual, pero muchos creen que se arrepintió, porque, aunque el libro de “Eclesiastés” no menciona a su autor, se lo atribuyen a Salomón, escrito al final de su vida y como saben, el propósito de este libro fue enseñarle a la gente que todo en este mundo es vanidad, y que lo que deben hacer es alabar y obedecer a Dios (Ec. 12:13). Por lo escrito en Eclesiastés, podemos deducir que entendió que todo era vano y temporal, y que sus rebeliones tenían consecuencias, pues su vida a medias le costó el reino (1 Reyes 11) y tú ¿sabes que puedes perder? Hebreos 2:2-3 TLA dice: “Si el mensaje que anunciaron los ángeles resultó ser verdad, y quienes no lo obedecieron recibieron el castigo que merecían, con más razón seremos castigados nosotros si no reconocemos el gran valor de la salvación que él nos ofrece”. No esperes más, evalúa tu vida minuciosamente, no vaya a ser que seas tibio, que te encuentres a medias.
Ponte a cuentas con Dios, Él es fiel, aunque nosotros seamos infieles y perdona. Recuerda las palabras del profeta Jeremías en Lamentaciones 3:23: “Grande es su fidelidad; sus misericordias son nuevas cada mañana”, así que no esperes más para gozar de sus bendiciones espirituales. Y si estás bien, ¡felicidades! Eso es muy bueno, prosigue hacia la meta para obtener el premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús (Filipenses 3:14)
Noviembre 2018