Durante 40 años, el profeta Jeremías había advertido a Judá y Jerusalén que serían destruidas por sus pecados. El Rey Sedequías se enojó mucho cuando profetizó que no solo la cuidad sería entregada, sino que el rey no escaparía de las manos de los caldeos. El rey mandó que lo apresaran, así que lo echaron a un hoyo en el patio de la cárcel; quería callar y detener al profeta, cómo si con eso lograra que no se cumpliera la profecía.
¿Será posible cambiar una profecía de Dios? Sí se puede, pero no de esa manera, sino con oración y ayuno, como pasó con la profecía de Jonás al pueblo de Nínive. El arrepentimiento y la oración mueven el corazón de Dios.
El profeta Jeremías estaba en un pozo oscuro y profundo, atrapado y sin poder salir, experimentando al igual que el rey David, el foso de la desesperación del que nos habla el Salmo 40, pero en medio de su aflicción, Dios le dio palabras de aliento. Sí, el capítulo de Jeremías 33, es un mensaje de misericordia, esperanza y prosperidad para el pueblo de Dios. La condición era que clamará.
¿Qué es clamar? es gemir, afligirse, una súplica desgarrante, solicitar las cosas con vehemencia, pedir ayuda a gritos. Clamar no es una oración como la que estamos acostumbrados a practicar. Clamar es acosar a Dios, insistir sin desistir. En otras palabras, Dios le dice a Jeremías, desahógate conmigo, platícame efusivamente la necesidad que tienes por esta ciudad, echa sobre mí tus cargas, pídeme con pasión, que yo vea que es algo que te angustia, que realmente quieres, y créelo, yo te responderé.
Si ponemos atención, nos daremos cuenta de que Dios quiere escucharnos y está dispuesto a atender nuestras necesidades y darnos todavía más de lo que pedimos o necesitamos (Efesios 3:20). Lo típico es que nos presentemos ante Él todos los días con una lista de peticiones, porque es cierto, necesitamos muchas cosas para estar bien, pero además de contestar nuestras peticiones y suplir todas nuestras necesidades, Dios nos da una razón más para buscarlo, dice: Te responderé, y te enseñaré cosas grandes, cosas que son un misterio para ti, porque están ocultas, y ni siquiera te las imaginas, pero a ti te las mostraré.
Como Él mismo lo dice, no tenemos idea de cuántas y qué cosas tenga Dios para mostrarnos, porque no lo conocemos tan plenamente e ignoramos sus designios. Dice su Palabra "Yo no pienso como piensan ustedes ni actúo como ustedes actúan. Mis pensamientos y mis acciones están muy por encima de lo que ustedes piensan y hacen: ¡están más altos que los cielos!" (Isaías 55:8-9 TLA). Pero Dios siempre ha querido revelarse a nosotros y nos ha hablado como dice Hebreos 1, por medio de Su Palabra, los profetas y su Hijo amado, y nos dice claramente como al profeta Jeremías: Clama, yo te respondo y además te enseñaré grandes cosas.
No les emociona que Dios no quiera tener secretos con nosotros y nos quiera enseñar sus misterios. Son tantas las cosas que debe tener Dios para nosotros, tantas cosas que desconocemos, o conocemos a medias, que descubrirlas será toda una experiencia. Creo definitivamente que lo que Dios puede enseñarnos debe ser grandioso y debe ser tanto, que no importa cuánto tiempo pasemos con Él, siempre seremos bendecidos con algo nuevo.
Cada experiencia de nuestra vida si la pasamos con Dios, si lo buscamos con clamor, al estar en Su presencia, descubriremos algo que nos fortalecerá y nos hará crecer. Simplemente en Jeremías 33: 1-9, podemos apreciar las siguientes revelaciones que nos enseña Dios.
1. SE REVELA A SÍ MISMO. Dios se presenta a sí mismo como el Creador, que hizo la tierra y los cielos con firmeza. Nuestro Dios, es el Gran Yo soy, que no importa la necesidad que tengas, Él responderá presentándose como Él que puede ayudarte. Hay tantas cosas de su personalidad, de su obra, de su Palabra, de su poder, que pasas por alto en tu vida, pero en medio de la aflicción, es cuando Dios se hace palpable, te enseña Dios que Él, tu Dios es más grande que tu problema, así que tu fe se afirma, de tal manera que no querrás aparte de Él nunca más, porque como nuestro Dios, no hay Dios.
2. MUESTRA LAS CONSECUENCIAS DEL PECADO Y LA DESOBEDIENCIA. Le dice: los que hacen planes sin mí, y obran en la carne, yo los abandonare, esconderé mi rostro por su pecado, serán destruidos por su perversidad. Muchos culpan a Dios de lo malo que sucede, de que las cosas no les salgan como esperan. Pero es cuando nos humillamos y nos derramamos en Su Presencia, que Dios nos muestra claramente la realidad y nos enseña a distinguir entre el bien y el mal, entre lo bueno y lo malo. Por medio de la oración y a través del Espíritu Santo, Dios da discernimiento y un conocimiento más pleno de lo que Dios aborrece, así que obtendrás fuerzas para obedecer y no pecar.
3. ENSEÑA LAS BENDICIONES DE SU AMOR, PERDÓN Y MISERICORDIA INFINITA. Les prometo que los restaurare, que les daré salud, curaré sus heridas y los liberare de su esclavitud, les daré prosperidad y verdadera paz, porque los purificare y perdonaré su pecado, incluso el de rebelión (no querer obedecer a Dios y hacer lo que ellos quieran). Cuando Dios te revela lo que quiere para nosotros, bien y no mal. Que Él es fiel, aunque nosotros seamos infieles, y que su amor y misericordia, lo hacen perdonarnos cada vez que caemos, entonces, aunque le falles, volverás a Él y no te alejarás, procurarás no fallarle, porque le amarás más.
4. CONOCERÁS QUE ES UN DIOS DE PROPÓSITOS. Todos se darán cuenta de lo que hago y de lo que son para mí. Cuando los demás vean como los quiero, vean mis bendiciones en sus vidas, me reconocerán y me temerán, me reconocerán. Uds. me traerán gozo y alabanza. Dios es bueno, las cosas buenas proceden de Él, las cosas malas no, esas son producto de las malas pasiones de los hombres (Santiago 4:1-2). Pero, todo cuanto Dios permite en nuestra vida, tiene una razón para nuestra vida y para la de los que nos rodean porque su deseo es salvarlos a todos, y cuando se cumple hay restauración visible. Si dejamos que Él nos enseñe su propósito y lo entendemos, podemos encontrar paz en medio de la tormenta y esperar que otros sean bendecidos por medio de nuestra situación.
El secreto para abrir la puerta del mundo de Dios y mover su mano es clamando. No es un clamor común y corriente, es ferviente. Dios te mostrará la respuesta secreta que sobrepasa nuestras expectativas. Él dijo: “Yo te responderé”. ¿Cómo? No lo sabemos, Él tiene sus maneras, ¿Cuándo? En su tiempo que es perfecto, lo que sí sabemos es que Él hará y además algo nos enseñará. El misterio que nos muestre revelará será lo que necesitamos para tener paz, fe y esperanza.