La vida del cristiano depende de su relación con Dios, para que un cristiano crezca y madure necesita pasar tiempo con Él y la manera más sencilla de hacerlo es orando. Jesús, abrió el camino al Padre, no hay nada que impida que nos acerquemos a Él confiadamente.
La oración es comunicación y comunión con Dios, a medida que pasamos tiempo de calidad con el Señor, no solo conocemos quién es Él, que quiere, sino cuanto nos quiere, así que terminamos enamorándonos de Él.
Cuando oramos, le mostramos a Dios nuestra gratitud y podemos rendirle adoración; también dejamos en Sus manos nuestras debilidades y necesidades, buscamos su consejo, ayuda y le otorgamos el control total de nuestra vida. La oración produce bendición, descanso y fuerza, es un ejercicio invaluable para nuestra vida, entonces ¿Por qué se nos complica tanto orar?
Nuestra oración no sólo es atacada cuando estamos practicándola, sino desde mucho antes que empecemos a orar. ¿Qué es lo que obstruye nuestra comunión con Dios? Definitivamente todos tenemos un enemigo en común, el diablo, y no es que le queramos echar la culpa de todo, pero es que así es, su meta es alejarnos de Dios, así que sí, él saquea nuestro tiempo de oración, por eso nos dice Dios: “¡Estén alerta! Cuídense de su gran enemigo, el diablo, porque anda al acecho como un león rugiente, buscando a quién devorar” 1 Pedro 5:8 NTV. Por otro lado, está el mundo que nos ofrece tantas cosas que nos distrae: “… el mundo solo ofrece un intenso deseo por el placer físico, un deseo insaciable por todo lo que vemos, y el orgullo de nuestros logros y posesiones. Nada de eso proviene del Padre, sino que viene del mundo” 1 Juan 2:16 NVI y por supuesto, esta nuestra carne que se interpone entre Dios y nosotros, ella quiere que la atendamos a ella, “porque ésta desea lo que es contrario al Espíritu, y el Espíritu desea lo que es contrario a ella. Los dos se oponen entre sí, de modo que ustedes no pueden hacer lo que quieren” Gálatas 5:17 NVI.
El enemigo, el mundo y la carne son nuestros principales enemigos a la hora de orar, ellos lanzan de diferente manera sus ataques, buscan la carnada que más nos atrae para romper nuestra comunión con Dios. Conocer nuestras debilidades nos ayuda a buscar soluciones para superar las pruebas, algunas de las cosas más comunes que enfrentamos son:
1) EL PECADO. Los hay de todos colores, sabores y tamaños. Al principio nos fascina, pero después nos deja un sabor amargo para toda la vida. Los pecados en la balanza de Dios pesan lo mismo, pecado es pecado, de pensamiento, de hecho, o de palabra; o si lo hacemos sin darnos cuenta o premeditadamente. La carne es quien nos estimula a practicarlos. Cuando Dios vive en nuestro corazón pecar nos es muy incómodo, pero cuando decidimos caer en él, nos hace huir de la presencia de Dios, pues no queremos exponernos ante su santidad. El pecado nos impide acercarnos a Dios. Cuando le permitimos a nuestra carne pecar, el pecado termina llenando nuestra vida y después ya no nos incomoda, nos volvemos insensibles ante lo que Dios quiere y dejamos de verlo como pecado, esto parece exagerado, pero así es el pecado, como un virus que infecta todo. Ármate de valor, puedes vencer el pecado en Cristo, Él venció al pecado por nosotros. Si hay algo oscuro en tu vida que no te deja orar necesita reconocerlo, pues sólo así podrás acercarte arrepentido a Dios y Él te ayudará en tus flaquezas, te perdonará, te limpiará y volverás a sentirte feliz y en comunión con Dios. Renuncia al pecado y pide perdón.
2) LAS DIVERSIONES. El mundo es tan llamativo, tan chispeante, tan dinámico y ofrece tantos placeres a la carne que se nos antojan a todos y en especial a los jóvenes. Las actividades de entretenimientos pueden ser buenas, pero se vuelven dañinas para nuestra vida espiritual cuando les dedicamos mucho tiempo. Estas roban nuestro tiempo y fuerzas para estar con Dios. Podemos pasar horas frente al televisor, o leer un libro sin sentir el tiempo. Podemos quedarnos en una fiesta por horas, pasar de 2 a 4 horas en el cine, pasear un día entero, tomarnos media tarde de compras o ver un partido de futbol, una competencia, una novela o serie e invertir en eso 2 o 3 horas al día, etcétera, pero cuando queremos orar, no tenemos tiempo, estamos cansados. Hicimos tantas cosas en el día que la cama nos espera. ¿Te entretienes o desperdicias tu día? Tenemos un Dios celoso, la amistad con el mundo constituye enemistad con Dios (Santiago 4:4), no permitas que las corrientes te envuelvan, no te dejes llevar por las aguas del mundo, pon un alto a todas aquellas actividades que no te dejan estar con Dios. Si quieres entretenimiento, hacer algo divertido, participa en las actividades de tu Iglesia, talleres, convivios, campamentos, etc. estas actividades fomentarán en ti la comunión con tus hermanos en Cristo y los ejercicios espirituales, entre ellos la oración. Cualquier actividad religiosa requerirá de oración, y desde antes de llevarla a cabo hasta que se acaba tú serás bendecido. Ya no seas parte del mundo, sé parte del cuerpo de Cristo.
3) LAS RESPONSABILIDADES. A diferencia de las diversiones, estas casi siempre surgen por las obligaciones que tenemos, como el trabajo, la escuela, la familia y la casa, pero les damos tanto valor que vivimos para atenderlas. También hay compromisos y quehaceres diarios que nos envuelven, a veces son tan pequeños, pero los vamos amontonando hasta que nos ahogan y no nos permiten descansar en el Señor como le paso a la afanada de Marta. Queremos cumplir con tantas personas y hacer tantas cosas por nuestra cuenta, que nos olvidamos del Maestro, quien nos ofrece la mejor parte. Hay cosas que tenemos que hacer porque nos corresponde hacerlas, pero es necesario cumplir con ellas, sin quitarle su lugar a Dios. Entrégale tus ocupaciones y compromisos a Él cada mañana en oración, pídele su apoyo, que tome el control de tu tiempo, que te ayude a distribuirlo sabiamente y que te de entendimiento para hacer lo correcto, para no caer en el afán. Busca primero las cosas celestiales y las demás cosas vendrán por añadidura, así lo dice su Palabra. No te afanes, no dejes que tus quehaceres sean un obstáculo para estar con Dios y servirle, reorganiza tu vida, deja de pensar que lo que hacemos es indispensable para vivir bien. No vivas para trabajar, que dejes de vivir. No hagas a un lado las cosas más importantes como son Dios y la familia. Sé responsable, ocúpate, pero no te preocupes, mejor busca otras opciones que te permitan aprovechar mejor el tiempo para pasar más tiempo en oración, el Señor te recompensará abundantemente si le das su lugar.
4) LA PEREZA. Esta es producto de la carne, enemiga de la oración, que junto con la desidia y la negligencia no nos dejan orar. La mayoría de las veces la llamamos elegantemente: cansancio. No tenemos ánimo ni vigor, nos sentimos sin fuerzas, sin ganas de nada, así que nos justificamos y dejemos la oración a un lado, para otro día. La cama nos llama, parece un trono y el sueño un deleite, y no les hablo del tiempo que Dios destinó para dormir y recuperar nuestras fuerzas, hablo de dormir sin control. Propiciamos la pereza, cuando nos acostamos muy tarde y cuando nos levantamos tarde, pues no tendremos tiempo para orar, solo para cumplir con nuestras responsabilidades. Algunos toman siesta o siestas a todas horas para recuperar el sueño perdido, pero, aunque duerman en el día, siguen sintiéndose cansados. La carne prefiere la cama, el sillón o cualquier lugar que apapache al cuerpo, orar le parece un sacrificio, una posición incómoda para el cuerpo que pide descanso. Nos cuesta trabajo arrodillarnos, porque no estamos acostumbrados a doblar nuestras rodillas. La oración no es gravosa, es un descanso para el alma y también para el cuerpo. Dios es nuestra fuerza, Él nos hace correr y aún volar como el águila, cuando permanecemos en Él. No escuches la voz de tu carne, no necesitas tanto descanso, solo duerme bien por las noches y verás como tu cuerpo se recupera de todo lo que hiciste en el día. Dile no a la pereza y a sus acompañantes cuando sientas flojera. Ponte en acción, levántate temprano en el nombre de Cristo y empieza a orar. Redime todo el tiempo, puedes hacerlo de pie, caminando, la posición no importa tanto, aunque si te postras hasta el suelo y te inclinas en reverencia al Padre, serás recompensado con Su presencia y querrás permanecer a sus pies, no dejes que la flojera te robe esa bendición.
5) FALTA DE DISCIPLINA. Si no eres ordenado en tu vida secular ni espiritual, vivirás en el caos. No debemos hacer las cosas al “ahí se va” y menos en la oración. Si tus oraciones son monólogos, no le encontrarás chiste ni sabor. Por otro lado, la mayoría de las veces no somos constantes en la oración porque dependemos de nuestros sentimientos y de las circunstancias, así que oramos solo si tenemos una necesidad grave. Si no haces de tu tiempo con Dios algo especial, solo intentarás orar, es urgente formar un hábito de oración y para eso tienes que poner un horario específico y cumplirlo llueva, truene o relampaguee, así como a fuerzas apartas el tiempo para trabajar, dormir, comer, ir a la escuela o hacer tus actividades y si no lo haces o llegas tarde sufres consecuencias, lo mismo debes hacer con la oración. Necesitamos aprender a planear nuestros tiempos de oración, porque necesitamos orar todos los días. Elige tu tiempo de oración, la “mejor hora” por la mañana, en la noche o la hora que pienses que es la perfecta para que nada ni nadie se interponga entre tú y Dios. Respeta el tiempo de la oración, evita hacer planes diferentes a esa hora. Cuando se llegue la hora señalada, acude a tu cita con Dios y no te distraigas con cualquier cosa, no ores a la carrera, pues parecerá que no oraste, no lograrás un contacto profundo con Dios, pues no lo darás tiempo para que te hable, ni para que te inunde con Su gloriosa presencia. Sino oras te sentirás mal, débil, tenso en tu vida espiritual y puedes hasta morir espiritualmente, así que ordena tu vida espiritual y vuelve un hábito la oración.
6) SATANÁS. Él es nuestro enemigo más peligroso, intentará por todos los medios que no te acerques a Dios, sabe que la única manera de que caigas nuevamente en su red es que alejes de Dios. Todos los obstáculos que antes mencionamos pueden ser propiciados por él, pero su especialidad es trabajar con nuestra mente y emociones. El desánimo y la culpabilidad son sus armas favoritas, con ellas nos llevan al pozo de la desesperación y caemos en depresión. Nos deja sin fuerzas y abatidos, hace lo que quiere con nosotros, pero sobre todo su principal objetivo es impedir que tengamos comunión con Dios. Satanás ha sido vencido en la cruz, Cristo pagó un precio muy alto por ti y te ofrece salvación gratuita. No permitas que el enemigo te confunda, que nada ni nadie te desanime a seguir con tu hermosa carrera; cuando las circunstancias se tornen difíciles piensa en Dios, Él es todo poderoso y puede solucionar cualquier problema que tengas y si se demora la respuesta, el tiempo en sus manos es relativo, lo peor que puedes hacer es dejar de orar pues serás presa fácil. Persiste en la oración, resiste al enemigo y Dios obrará en tu favor, pues para Él no hay nada imposible.
No dudo que haya más cosas que nos impidan orar, pero cualquiera que sea tu problema atácalo y desaparecerá. Ponte a orar, la oración debe ser una prioridad en tu vida, practica sin cesar para así disfrutar de Dios y de una vida abundante y en victoria.
Junio 2001