Nuestra vida a veces se asemeja a una fiesta en la que nos invitan, y nos suben al estrado a cantar lo que los invitados piden. Ellos piden su canción favorita, sin importar si nos gusta o nos la sabemos, y nos sentimos obligados a cantarles lo que quieren ¿por qué?, ¿por qué es una “Noche de complacencias” ?, no, porque queremos agradarles y sentirnos parte del grupo.

En nuestro intento de ser amados y valorados por los demás, los complacemos en todo, dejamos que elijan lo que vamos a hacer, a donde vamos a ir y cómo lo vamos a hacer. Lamentablemente no solo cedemos en cuestiones simples (en las que podemos ceder), sino también en las importantes. Entre esas decisiones, muchas veces está nuestra relación con Dios y, sobre todo, el servicio en su obra. El mundo y la sociedad se imponen con sus exigencias, sí, pero quienes más influencia ejercen sobre nosotras es la familia y las amistades, y la mayoría de las veces no nos percatamos, porque estamos impuestos a conceder sus deseos.
Si vives complaciendo a los demás cometes un error, te dejas engañar por el enemigo que pone en tu mente preguntas como estás: ¿Qué van a pensar si no hago o digo lo que quieren?, ¿Y si no les gusta que yo sea cristiano?, ¿Si me critican por ir a la iglesia? ¿Si se burlan de lo que creo?, mejor soy lo que ellos quieren que sea, hablo de lo que ellos quieren y voy a donde ellos digan, eso me dará paz y felicidad. Pero las cosas no son así, algunos personajes bíblicos cometieron grandes errores por escuchar la voz de otros y ceder ante sus peticiones, entre ellos están: Adán que se comió el fruto prohibido escuchando a Eva, Aarón que hizo un ídolo considerando al pueblo de Israel, Sansón que por involucrarse y atender a sus mujeres paganas se desvió del camino, Pedro que negó y habló mal de Cristo por temor a los soldados y Pilato que se lavó las manos y crucificó a Jesús ante las demandas del pueblo.
Es cierto que a nadie le gusta sentirse desaprobado ¿pero hasta qué grado es bueno que otros, decidan por nosotros? ¿Qué gobiernen nuestras vidas? ¿La opinión de quién te debe importar más? y ¿por qué? ¿Crees que, para ser feliz, debes agradarles a todos en todo?, ¿piensas qué debes vivir como ellos quieren? Nos desvivimos tratando de quedar bien con todos, de darles por su lado, que muchas veces dejamos de lado a nuestro Señor y Rey, Jesucristo. Necesitamos aprender a tomar decisiones correctas, conforme a la Palabra de Dios. Jesús vino a salvar a los hombres, no a complacerlos, así que cumplió con la voluntad del Padre, hagámoslo nosotros también.
Si por complacer a la gente y no a Dios, escondes lo que eres en Cristo, haces a un lado tu fe y convicciones para sentirte socialmente aceptable y fuera de controversias, entonces estás mal. ¿No testificarás de Cristo, por temor, por vergüenza, por perder el favor de alguien o su amistad?, recuerda que es un privilegio ser usado por Dios para cambiar el destino eterno de otra persona. No dejes que el enemigo de nuestras almas utilice el temor al rechazo para silenciarte (Juan 7:13, 12: 37-43). Necesitas confiar en Dios y seguir su camino, para sentirte bien y estar fuera de peligro, si alguien no acepta el cambio que ha hecho Cristo en ti, entonces necesitas aprender a decirle NO a lo que te pide si no es correcto. Piensa bien lo que decides, porque no toda la gente agradece y valora tus esfuerzos y sacrificios, y por lo general, menosprecia tus deseos, porque piensan egoístamente primero en su beneficio y no en el tuyo. Por otro lado, es muy difícil llenar las expectativas de todos, hasta a Dios le ponen peros, y le reprochan que haga o no haga las cosas como ellos esperan.
No nos confundamos, nos debe interesar mucho lo que la gente piense, pero por testimonio, para que, por nuestra conducta y fe, ellos conozcan a Jesucristo, como el Salvador del mundo, pero, si por agradarles damos mal testimonio, entonces seremos piedra de tropiezo. Esfuérzate por agradar a Dios, dice su Palabra en 1 Pedro 3:17: “Porque mejor es que padezcáis haciendo el bien, si la voluntad de Dios así lo quiere, que haciendo el mal”. No permitas que los deseos de otros interfieran en tu relación con Cristo y estorben tu crecimiento espiritual. Pablo dijo: “Queda claro que no es mi intención ganarme el favor de la gente, sino el de Dios. Si mi objetivo fuera agradar a la gente, no sería un siervo de Cristo”. Gálatas 1:10 NVI
Las personas que te aman y aman a Dios, no te pedirás que vivas para ellos, sino te ayudarán a que no te desvíes de su camino y se alegrarán de ver que obedeces y sirves a Dios. Si el deseo por agradar a alguien es más fuerte, que obedecer a Dios, entonces ten cuidado, porque le están dejando el primer lugar de tu corazón a esa persona y quien tiene dos señores, quedara mal con uno según Mateo 6:24-34. No podemos complacer a todos, siempre quedaremos mal con alguien y la verdad es que el problema no siempre eres tú, sino la gente, no te desgastes emocionalmente por quedar bien con ellos, líbrate de eso de la manera como dice Romanos 12:2 DHH: “Nos libramos de la presión de los deseos de los demás complaciendo a nuestro Dios, viviendo para agradarle a Él, viviendo en sus verdades que nos dan libertad” y roguemos porque “... el Señor nuestro Dios nos dé su aprobación y haga que nuestros esfuerzos prosperen; sí, ¡haz que nuestros esfuerzos prosperen!” Salmo 90:17 NTV. Como Jesús no aceptes la gloria humana (Juan 5:40 NVI), si lo que haces, lo haces para Cristo, entonces “… agradaremos a Dios y la gente nos respetará”. Romanos 14:18 TLA